Comentario sobre El ogro
La fama de Thomas Couture se construyó desde su monumental
Los romanos de la decadencia del Salón de 1847, nada tan distante a esta gran tela como la pequeña del MNBA. Sin embargo, ambas comparten la referencia literaria y, a diferente escala, son alardes técnicos de una concepción estilística. Además de remitir las dos a cuestiones morales.
Si aceptamos ubicar a Couture en el
juste milieu, más que en el camino ecléctico entre el clasicismo davidiano y el romanticismo,
El ogro señala esa vía media entre el “Arte” y la cultura popular que es una de sus características (1).
Couture representa un episodio tomado del cuento
Pulgarcito de Charles Perrault: el protagonista y sus hermanos se encuentran bajo la mesa del ogro caníbal, que devora un cordero casi crudo, mientras huele la “carne fresca” de los niños, escondidos por su mujer. Las posiciones de las figuras del ogro y la esposa en juego de curvas y escorzos reflejan la tensión de la situación entre ambos que aparece en el relato. La caída del mantel se distancia de los drapeados para constituir un volumen señalado por la luz dirigida. Couture utilizaba base marrón para mantener los tonos separados al aplicar color sin modular, lo que anula los contrastes violentos. La pintura recuerda, por su estilo y su asunto, las obras flamencas de representación de los vicios, en este caso la gula, habituales en el mercado decimonónico. La pobreza y la hambruna, y su saciedad cuando es posible, que sostiene el relato tradicional, se presenta en el clima sórdido logrado mediante la paleta de tierras. Destacado maestro, entre sus alumnos se contaron Édouard Manet y Pierre Puvis de Chavannes.
por Roberto Amigo
1— Cf. Charles Rosen y Henri Zerner, “El juste milieu y Thomas Couture” en: Romanticismo y realismo. Los mitos del arte del siglo XIX. Madrid, Hermann Blume, 1984, p. 120. Véase: Albert Boime, Thomas Couture and the eclectic vision. New Haven/ London, Yale University Press, 1980.