Comentario sobre El nacimiento de la Vírgen
Juan de Valdés Leal compartió con Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) el liderazgo de la pintura sevillana en el tercer cuarto del siglo XVII. Sus estilos representan dos vertientes opuestas del barroco hispalense: ante el arte sereno de Murillo, la pintura de Valdés Leal se caracteriza por una expresión impetuosa y dramática.
La fuerza expresiva caracteriza esta versión del nacimiento de la Virgen María, inserta en una larga tradición iconográfica cuya fuente literaria se encuentra en los evangelios apócrifos enriquecidos durante la Edad Media con los aportes de la Leyenda dorada (1). De ella provienen muchos de los elementos presentes en esta pintura, mientras otros constituyen motivos propios de la obra de Valdés Leal.
Como es frecuente en su tratamiento de los temas sagrados, ubicó la escena en una arquitectura de carácter áulico abierta en el fondo hacia el paisaje, en un espacio al que conduce una escalera monumental. Este planteo asimétrico de la arquitectura, reiterado en su obra, plantea una visión sesgada y establece un contrapunto con la disposición de las figuras, desplazadas hacia el centro.
El grupo principal está compuesto por Santa Ana, sentada sobre almohadones rojos, y la Virgen niña. San Joaquín, sentado en un sillón, sujeta una vara de azucenas hacia la cual tiende su brazo la pequeña. La gestualidad que relaciona las tres figuras tiene como eje la flor, símbolo de pureza, núcleo donde se concentran las referencias a la concepción virginal de María, destinada por Dios para ser la madre del Salvador. Refuerza esta idea la inclusión de Dios Padre, que emerge del fondo con el monograma de María en el pecho. Valdés Leal siguió pautas habituales en esta iconografía al incluir mujeres que asisten a la parturienta. Una de ellas, de espaldas, sube los escalones llevando una jarra: representa un motivo frecuente en su pintura, al igual que los angelitos que juegan en los escalones con las ropas de una cesta y el que, más atrás, aviva las llamas de un brasero. Llama la atención el niño que sube las escaleras con un cordero, símbolo de Cristo, un elemento novedoso en el tratamiento del tema. Varios ángeles en vuelo completan la escena. Uno de ellos descorre un telón o cortina, recurso barroco por excelencia para enfatizar la jerarquía de lo representado.
La interpretación pictórica se caracteriza por la factura rápida y la pincelada evidente y vigorosa. Su calidad se advierte en el manejo diverso de la materia para colocar espacialmente las figuras y los objetos: densa y empastada en los primeros planos, se vuelve más ligera y fluida en los planos más alejados. Las características de esta pintura coinciden con el cambio que se produjo en el estilo de Valdés Leal a partir de 1656, cuando dejó Córdoba, donde se había formado y había desarrollado su obra inicial, para instalarse en Sevilla. Allí entró en contacto con las novedades introducidas por Francisco de Herrera el Joven (1627-1685) al regreso de su viaje a Italia. A partir de entonces, potenció el ímpetu dinámico y la carga expresiva mediante los efectos de claroscuro y el manejo refinado de la materia y del color.
En 1973, Duncan Kinkead incluyó esta obra en el catálogo del artista como una posible variante de una pintura del mismo tema conservada en Huelva. Posteriormente, Enrique Valdivieso la ubicó en el último período de su producción, hacia 1680-1685.
Eduardo Schiaffino la adquirió en Sevilla en 1906, de los herederos de Manuel López Cepero, junto con tres pinturas procedentes de la misma colección que integran también los fondos del Museo (2).
por María Cristina Serventi
1— Louis Réau, Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia. Nuevo Testamento. Barcelona, Serbal, 1996, t. 1, vol. 2, p. 171. Héctor Schenone, Iconografía del arte colonial. Santa María. Buenos Aires, Editorial de la Universidad Católica Argentina, 2008, p. 124-128.
2— Seguidor de Bartolomé E. Murillo, La visión de la Magdalena, óleo sobre tela, 49 x 46,4 cm, inv. 2522. Francisco Pacheco (1564-1644), Cristo en la Cruz, hacia 1614/1615, óleo sobre tela, 56 x 41 cm, inv. 2058. Escuela sevillana, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, segunda mitad del siglo XVII, óleo sobre tela, 94,6 x 73,4 cm, inv. 1918.
Bibliografía
1939. PÉREZ VALIENTE DE MOCTEZUMA, A., “Arte español retrospectivo”, Nosotros, Buenos Aires, a. 4, nº 42-43, septiembreoctubre, p. 101-104.
1964. LARCO, Jorge, “La pintura española en Argentina”, Lyra, Buenos Aires, a. 21, nº 192-194, [s.p.].
1973. KINKEAD, Duncan, Juan de Valdés Leal 1622-1690: His Life and Work. Ann Arbor, University of Michigan, vol. 2, nº 145, p. 468, il. 137 (como Valdés Leal y taller).
1988. VALDIVIESO, Enrique, Juan de Valdés Leal. Sevilla, Guadalquivir, 1988, nº 192, p. 265, p. 214, il. 184.
1997. FERNÁNDEZ GARCÍA, Ana María, Catálogo de pintura española en Buenos Aires. Oviedo/Buenos Aires, Universidad de Oviedo/FFyL-UBA, nº 629, p. 185.
2003. SERVENTI, María Cristina, Pintura española (siglos XVI al XVIII) en el Museo Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires, Asociación Amigos del MNBA, nº 16, p. 73- 75, reprod. color p. 73.