Comentario sobre La modelo
En 1872, Domenico Induno, un artista milanés de consolidada fama formado en la academia de su ciudad bajo la guía de Francesco Hayez, presentaba en la segunda Exposición Nacional Italiana organizada en Milán cinco pinturas:
La cerimonia della posa della prima pietra per l’erezione della Galleria Vittorio Emanuele,
Il Monte di Pietà,
La pittrice,
L’artista nomade,
La modella, con el fin de proponer un repertorio completo del propio arte: desde el género a la crónica y la inventiva. Tal aspecto fue resaltado por la crítica que estimaba a este pintor que tenía “tantos títulos para elogiar como cuadros enviados a la exposición”; en sus telas había “tanta elegancia en el diseño, tanta sinceridad en el toque, tanto esplendor en la luz, tanta magia de color que rara vez, o nunca, se vio nada más artístico y más perfecto” (1).
Y si
La posa della prima pietra (
La colocación de la piedra inaugural), ejecutada por encargo de la compañía inglesa concesionaria de los trabajos para la Galería Vittorio Emanuele, se distinguía por “la luz fría y velada” que “atenuaba los reflejos dorados de los uniformes y apagaba el lustre de las superficies brillantes de las fundas de los sables y de los flecos de las hombreras”, y el
Monte di Pietà por el sentimiento lacerante que solía suscitar,
La pittrice despertó la admiración de los críticos y el público por estar “muy bien dibujada y pintada magistralmente. Hermoso el movimiento de la figura, bien pintadas las telas de los vestidos, muy bien logrado el fondo; el empaste consistente y sólido” (2).
Este juicio, que parece adaptarse perfectamente a
La modella donada al MNBA por Ángel Roverano, nos induce a identificar el cuadro con su homónimo expuesto en Milán en 1872 (3). No hay suficientes documentos para afirmar que el cuadro de Roverano sea efectivamente el que se expuso en aquella muestra, pero las coincidencias estilísticas con las obras de Domenico ejecutadas en ese período, junto con el tema centrado en una única figura de mujer, nos llevan a creer que tal hipótesis es plausible. Además, la fisonomía de
La modella, protagonista también de
Un dramma domestico (Banco di Desio e della Brianza, Desio) presentado en la Exposición Universal de Viena en 1873, contribuye a confirmar la datación en torno a 1872. La notoriedad de Induno se basaba en la ilustración de temas de la vida cotidiana humildes y desprovistos de lirismo, a los que se había dedicado desde sus comienzos según las indicaciones de Pietro Estense Selvatico (4). Con ellos había conquistado al público y a la crítica en las exposiciones italianas y extranjeras, como la Exposición Universal de París de 1855 donde
Profughi da un villaggio incendiato,
La questua e
I contrabbandieri le valieron los elogios de Théophile Gautier y Jean Delécluze (5).
Hacia fines de los años sesenta, sin embargo, el artista comenzó a abandonar las escenas grupales para expresar el sentimiento de melancolía contenida que lo invadía a través de imágenes de mujeres solitarias, como si la figura femenina –proverbialmente más frágil e históricamente relegada a los márgenes de la vida activa– fuera la más conveniente para interpretar las aprensiones y las inquietudes de la sociedad moderna. Entre 1870 y 1872, Domenico representó una gran cantidad de mujeres jóvenes, aristócratas, burguesas y campesinas, en la intimidad de su cuarto o en el
atelier de un artista, a menudo colmado de detalles para que fuera más contundente la representación. Y esto es lo que sucede en
La modella, donde los dibujos, los bocetos, los cuadros sin terminar, junto a los útiles del oficio, concurren a recrear el ambiente y el clima de un
atelier. En la pintura, Induno recurre también a un detalle que le es habitual: la representación de un cuadro dentro del cuadro, a menudo alusivo al significado recóndito de la escena –son ejemplos conocidos
Un pensiero a Garibaldi o
Povera Venezia! (colecciones privadas), ambos llenos de sentimientos patrióticos– que aquí adquieren cadencias casi didácticas que explicitan el método de trabajo del pintor, desde el apunte en lápiz al dibujo de contorno sobre la tela. Como atestigua el sello al dorso, la tela fue adquirida en lo de Carlo Cogiola, el negocio de artículos para artistas mejor provisto de Milán en la segunda mitad del siglo XIX, ubicado al lado del Duomo, en la calle Santa Radegonda. Hasta el momento de la donación al MNBA –antes de 1910 gracias a la generosidad del coleccionista, que en vista de la muestra del Centenario se despojó de una notable parte de su colección sin esperar la edificación de la nueva sede del Museo– la obra estuvo guardada en París y dejó Francia en abril de ese año (6).
por Silvestra Bietoletti
1— Yorick [Pier Coccoluto Ferrigni], Fra quadri e statue. Milano, 1873, p. 213.
2— Ferdinando Martini, La seconda Esposizione Nazionale di Belle Arti a Milano. Venezia, 1872, p. 91.
3— Cf. Guida della Esposizione Nazionale di Belle Arti di Milano inaugurata il giorno 26 agosto 1872. Milano, Civelli e C., 1872, nº 693, p. 46.
4— Cf. al respecto Pietro Estense Selvatico, “Uno sguardo sulle convenzioni della odierna pittura storica italiana”, Rivista Europea, a. 2, nº 1, 1839, p. 308-314.
5— Véase: Silvestra Bietoletti, Domenico Induno. Soncino, Edizioni del Soncino, 1991, p. 5, 24.
6— Cf. Archivo de donaciones, legados y documentación de obras del MNBA.