Comentario sobre Fin
La obra pictórica de Lorenzo Gigli –también interesante grabador– está marcada por el regreso a Italia entre 1926 y 1931, lapso en el que conoció tanto la pintura moderna como la tradición artística, a la que solo había podido aproximarse en la Academia de Buenos Aires, ciudad a la que llegó como tantos inmigrantes por la guerra y la pobreza. Su obra en Italia recuerda la de algunos integrantes del “novecentismo” que habían sido activos vanguardistas y ya a fines de los años veinte, nucleados por Margherita Sarfatti, aceptaron las premisas del retorno al orden y de los valores plásticos. Así, la estética de Gigli tiene mayores puntos de contacto con la de Achille Funi, entre los integrantes de aquel grupo (1).
Su pintura siempre mantuvo una ligazón con lo alegórico, asociado al universo familiar, a las edades, al
paese simbolizado en la angustia de Leopardi y, luego, con el mundo de los trabajadores.
Fin se relaciona con los temas campesinos de Le Marche que comenzó a pintar al regreso a su pueblo natal, pero es también el último ejemplo de las pinturas sombrías de fuerte simbolismo iniciadas con
Le donne de 1919. La tradición iconográfica cristiana se encuentra en la obra de Gigli no solo como un repertorio de formas y composiciones sino como expresión de una preocupación moral en la que se debaten el bien y el mal. La iconografía de la
Lamentatio sobre el cuerpo de Cristo otorga a la muerte de un campesino una dimensión universal. La aventura de las vanguardias deja paso a una mirada retrospectiva hacia el pasado, hacia las fuentes de una italianidad que es posible hallar en las lecciones de los grandes maestros. Al mismo tiempo que realizaba estas alegorías cristianas de la tierra rural, podía expresarse también desde una paleta de colores luminosos para celebrar la familia.
En
Fin se encuentra la nueva solidez en el tratamiento de las figuras de los artistas de su generación (como Lino E. Spilimbergo presente también en el Salón del 27). Aquí, las figuras están dispuestas en un triángulo que se recorta sobre el paisaje de fondo, en
Fin están subordinadas a la iconografía. El dibujo sólido se construye desde el volumen y en la aplicación de una paleta restringida, atenta a los valores. El cuerpo del anciano genera una curva leve inscripta en el círculo que forman los brazos, acentuado este por las palmas abiertas como hito visual narrativo. En el tronco del árbol el brote de una nueva rama con su verde sobresale del color terroso de la escena para indicar el nuevo comienzo de la vida. Vale la afirmación de Atilio Chiappori en su comentario sobre
Fin: Gigli es un místico obstinado en no parecerlo (2).
por Roberto Amigo
1— Se ha relacionado la obra de Gigli con la de Gilberto Ceracchini y Gian Emilio Malerba. Véase: Julia D. Carraro, 1986, p. 43.
2— Atilio Chiappori, “Dieciséis años de historia del Salón Nacional de Bellas Artes se reflejan en su valiosa muestra de 1927”, La Prensa, Buenos Aires, 22 de diciembre de 1927, sección segunda, p. 2. Reproducido en: Marta Penhos y Diana B. Wechsler (coord.), Tras los pasos de la norma. Salones Nacionales de Bellas Artes (1911-1989). Buenos Aires, Ediciones del Jilguero/CAIA, p. 92.
Bibliografía
1977. Lorenzo Gigli. Retrospectiva, cat. exp. Buenos Aires, Sala Nacional de Exposiciones Palais de Glace, reprod. obras fuera de catálogo [s.p.].
1986. CARRARO, Julia D., Lorenzo Gigli. Recanati, Casa rurale ed Artigiana di Recanati, p. 25.
1993. “Lorenzo Gigli, el pintor y sus personajes”, Personas, Buenos Aires, a. 2, nº 8, septiembre, p. 53-54.