Comentario sobre Pintura
En 1948 ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. Inició sus estudios artísticos con Juan Batlle Planes entre 1950 y 1953. Sin duda, es el representante más destacado de la tendencia que oscilaba entre el surrealismo y la pintura metafísica. En 1958 realizó su primera exhibición individual en la galería Galatea en la ciudad de Buenos Aires. Recibió importantes reconocimientos entre los cuales se destaca su participación en el envío oficial a la VII Bienal Internacional de San Pablo. En 1969 el Instituto Di Tella le dedicó una muestra antológica en cuyo catálogo, Romero Brest, lo destaca como un artista poseedor de una “actitud ex-céntrica”, un artista que desarrolló un cuerpo de obras de forma persistente y metódica.
Su producción visual inicial estuvo al margen de las corrientes imperantes y, cuando irrumpió el Informalismo con su idea de la disolución de las formas, también se mantuvo dentro de su personal lenguaje plástico.
En sus obras despliega un repertorio donde el paisaje, las construcciones de edificios y torres herméticas son el motivo principal. La figura humana es representada por personajes acéfalos y hombres aislados. Trabaja las composiciones con un estricto equilibrio formal y, cada imagen está realizada realizada con gran precisión. A esta etapa de su producción pertenece
Padre e hijo contemplando la sombra de un día (1962) también de la colección del MNBA.
Pintura corresponde a la serie
Los arlequines, en ella se destacan los elementos geométricos que construyen una figura centrada en el espacio compositivo. Su contexto es compuesto por una serie de edificios articulados en una proyección perspectiva recortada sobre un cielo modulado en tonos verdosos y amarillos. El artista propone un juego visual entre los elementos geométricos enfrentados con otros reconocibles en la realidad sensible. La utilización de la perspectiva propone a la mirada del espectador el reconocimiento de formas familiares y, al mismo tiempo, de otras que generan interrogantes y desconcierto. La composición, construida con una lógica impecable, produce una sensación de extrañamiento y ambigüedad originada por los planos de color que entran en colisión con el espacio arquitectónico. Aizemberg utiliza esta combinación de sistemas de representación para generar una imagen detenida que se potencia por la ausencia de sombras proyectadas. La pintura puede ser recorrida por un espectador ubicado en un espacio irreal donde irrumpe una extraña figura que se despliega e invade el centro de la escena. La luz homogénea y direccionada es utilizada como recurso para modificar la estructura edilicia y afecta directamente la figura protagónica que se debate entre lo plano y lo corpóreo.
por Pablo De Monte
Bibliografía
1997. López Anaya, Jorge. Historia del Arte Argentino. Buenos Aires. Emecé Editores.
2010. Usubiaga, Viviana. Museo Nacional de Bellas Artes, Colección. Volumen “. Buenos Aires. Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, p. 304 – 306.