Comentario sobre San Juan I
Rincones, espacios enmarcados, objetos en contextos inesperados o en otros tan obvios que quedan camuflados e invisibilizados: Oscar Pintor descubre las escenografías de la vida cotidiana. Comenzó por San Juan, su provincia natal. Los lugares y objetos que fotografió en la década del ’80, cuando ya vivía en Buenos Aires, revelan un reconocimiento afectivo y cierta nostalgia.
En
San Juan I, la cámara y la habitación coinciden plenamente: tanto la construcción óptica como el espacio representado son cajas reguladas por las leyes de la perspectiva. Los casetones del techo y las dos líneas del pavimento exterior enfatizan este efecto. El formato cuadrado, característico de buena parte de su obra (Pintor suele trabajar con una cámara de formato medio de 6 x 6 cm), otorga regularidad y estatismo a la imagen y subraya cierto carácter escenográfico. Es un interior sin una pared, la cuarta de un teatro que se abre ante nosotros. Curiosamente, las sillas y mesa son de jardín. También el decorado de las paredes representa un espacio exterior con montañas, árboles y senderos. Una bicicleta apoyada a un lado invita a conectar ambos espacios y es la señal de que a pesar del estado de abandono que muestra ese techo vencido, el lugar no es una mera escenografía. No obstante, la imagen habilita a partes iguales la realidad y la ilusión: atravesando la puerta del fondo se percibe un árbol de navidad que proyecta la escena hacia una nueva ambientación. escenografía
Varias obras de Pintor trazan un contrapunto entre interior y exterior o entre realidad y ficción a través de las paredes pintadas o empapeladas. Esto ocurre en otras piezas existentes en el MNBA como
San Luis, 1984 (Inv. Rabobank) en la cual, casi como contraimagen de
San Juan I, se percibe el paisaje exterior desde el hueco de una ventana bajo un techo ya inexistente, o
San Juan II, 1982 (Inv. Rabobank) donde una paradisíaca playa desierta es el decorado de un bar igualmente vacío.
Por cierto, este carácter ficcional no contradice algo que es constante en Pintor: en su obra los objetos adquieren entidad. No importa si presentan o no huellas de su uso ni nos demandan que imaginemos a su propietario, ellos tienen peso propio. Cuando Pintor fotografía una silla, una cama, un auto, un suéter, cada uno en su contexto y con gran pureza formal, revela un conocimiento del objeto, una individuación. Se percibe despojamiento e intimidad a la vez. Esto sin dudas ocurre cuando luego de mirar con distintos ojos (los del niño, del anciano, del ciudadano o del extranjero), observa con el ojo del fotógrafo. En ese momento, como él mismo afirmó: “las cosas dejan de ser, o no fueron lo que son. Y a veces llegan a ser mucho más de lo que son" (1).
por Verónica Tell
1— Citado en Alicia d’Amico, Oscar Pintor, Fotógrafos Argentinos del Siglo XX. Fascículo Nº 104, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982.