Comentario sobre Paisaje (Avenue du Bois de Boulogne)
Una luminosa vista de París, resuelta con una ajustada, severa coherencia compositiva que el pintor conjuga con una pincelada ligera, ágil, que corre segura a construir la imagen alternando toques vibrantes y suculentos con una expresión fluida que se torna leve en el cielo hasta sugerir el continuo disolverse y volverse a armar de las nubes en forma de copos. Satisfecho con el resultado obtenido, De Nittis fechó la obra en 1874, casi como testimonio del fructífero trabajo desarrollado durante ese verano a su regreso de Londres. El pintor había visitado Inglaterra en mayo del año anterior, quizás para reflexionar sobre su propia actividad de pintor. Se encontraba en una fase muy delicada de su carrera, debatiéndose entre las exigencias del mercado, que lo inducían a realizar una pintura fácil y atractiva aunque siempre sostenida por su extraordinaria capacidad de trabajo, y las teorías de autonomía del lenguaje pictórico de los impresionistas, que lo atraían al punto de haber participado, en abril de ese mismo año, en la muestra organizada por Degas, Monet, Pissarro y Renoir en los locales que dejara libres el fotógrafo Nadar en el Boulevard des Capucines.
“Londres me fue propicia”, anotó a continuación Giuseppe De Nittis en sus
Souvenirs, volviendo a meditar sobre esta fructífera experiencia: “Fui allí forzado por ciertas dificultades materiales que se me presentaban, y de las cuales es inútil hablar. Al cabo de tres meses mis dificultades se resolvieron y además pude retomar mi querido trabajo” (1).
Fue, en efecto, en los días siguientes a aquel viaje que el artista terminó su contrato con el
marchand Goupil, que había condicionado su producción desde que iniciara su estadía en París (que empezó en junio de 1868 y concluiría con la muerte del pintor, en octubre de 1884), y se dedicó con libertad a experimentar una documentación más atenta y participante del contexto urbano. Elaboró entonces, sin titubeos, un método de representación de los paisajes ciudadanos basado en un naturalismo adaptado a la atmósfera urbana y en una representación afable de la vida contemporánea, desprovisto de implicaciones de “realismo social”, según el afortunado canon puesto a punto por él años atrás, pero entremezclado con un sentido absolutamente moderno de la transitoriedad, recurriendo a cortes inusitados en la perspectiva y la composición. Un ejemplo apropiado es la tablilla del MNBA, en la que la ligera sombra proyectada por los árboles sobre el empedrado, representada en un atrevido escorzo sobre el borde del encuadre, introduce la visión de la avenida del Bois de Boulogne y dilata sus dimensiones hasta volver irrelevante la presencia de minúsculas figuras humanas. Son esencialmente las fachadas bañadas por el sol de unos pocos palacios residenciales las que connotan la situación urbana, sugiriendo el tenor burgués y mundano de ese prestigioso barrio de París. El título original del cuadro se deduce de una etiqueta de la casa de remates parisina Drouot, puesta detrás de la tabla y lamentablemente ya casi ilegible. No se conocen las vicisitudes de la tablilla antes de su ingreso a la colección de Emilio Furt, pero vale la pena recordar que quien introdujo el interés por De Nittis en el circuito del mercado artístico de Buenos Aires fue Angelo Sommaruga. Este editor italiano –que se trasladó a la Argentina en 1885 y formó parte activa de la vida cultural de la ciudad, entre otras cosas como editor del diario en lengua italiana que más tarde se titularía
La Patria degli Italiani– estimaba mucho al artista, a quien había comprado todas las pinturas y los documentos que quedaban en su estudio y no estuvieran ya destinados al Museo de Barletta.
por Silvestra Bietoletti
1— Notes et souvenirs. Paris, 1894, p. 14.
Bibliografía
1920. SIBELIUS, Marco, “La donación Furt, enriquecimiento del Museo Nacional”, Augusta. Revista de arte, Buenos Aires, vol. 3, nº 4, abril, p. 150-183, reprod. byn p. 180.