Comentario sobre Santa Rosalía a los pies de la Vírgen y el Niño
La Virgen, a la derecha, sentada en un estrado elevado por dos escalones mantiene al niño Jesús en su regazo; éste se inclina y alarga sus brazos para entregar una corona de rosas a la santa que se arrodilla en los escalones. Está vestida de amarillo con manto rojo y lleva su cabeza descubierta. En su mano derecha, apoyada sobre el pecho, tiene un rosario y extiende la izquierda para recibir la corona. Detrás de la Virgen, al fondo, se pliega un cortinado rojo en tanto que a la izquierda, en lo alto, vuelan tres
putti, uno de los cuales sostiene una guirnalda de rosas que cae sobre la santa. En los escalones descansan una vara de azucenas y una calavera. La santa representada en esta obra, considerada hasta ahora como Santa Catalina (1), fue identificada por Héctor H. Schenone como Santa Rosalía de Palermo (2). El culto a esta santa, supuesta hija del príncipe Sinibaldo, señor de Quisquina y Rosa en Sicilia, que habría vivido entre 1130 y 1160, fue establecido ya en el siglo XII (3) pero declinó posteriormente hasta que, en 1624, fueron encontradas sus reliquias en el monte Pellegrino donde se había retirado en Penitencia. Ese año, desde mediados de mayo, Palermo era azotada por la peste, la que cesó cuando los restos de la santa fueron transportados solemnemente a la catedral. Promovido por los jesuitas, su nombre ingresó en el
Martyrologium Romanorum en 1630 y fueron ellos quienes introdujeron su veneración en Francia y en Flandes, invocándola como protectora de las plagas.
Los atributos que aparecen en esta obra son los que la identifican ya desde comienzos de su veneración y que vinculan las rosas con su nombre, las azucenas con su pureza y la calavera con su penitencia. El rosario podría explicarse a partir de su historia según la cual, murió teniendo uno en sus manos (4).
Este hecho, junto a su renovado culto, motivaron seguramente su inclusión en la
Madonna del Rosario (5), que Anton van Dyck pintó para el Oratorio del Rosario de Palermo, la obra más importante emprendida por el pintor que en su breve estadía siciliana realizó otras dedicadas a ella. Fue él quien realizó también la transformación del símbolo de la calavera, originalmente penitencia, en una que representa ahora la peste (6).
A su regreso a Amberes Van Dyck se ocupó nuevamente de Santa Rosalía, a la que pintó en una gran composición para la Cofradía de los Solteros, de la que era miembro desde su vuelta en 1628. Se trata de
La Virgen con Santa Rosalía, San Pedro y San Pablo (7), obra de 1629 destinada a la capilla de la santa en la iglesia de los jesuitas, donde además se guardaban reliquias que la confraternidad había comprado recientemente. En ella la Virgen con el Niño en su falda, está sentada en un trono que se levanta sobre una plataforma elevada por tres escalones y flanqueada por grandes columnas. A su derecha aparece San Pablo, San Pedro se ve en el lado opuesto y Santa Rosalía se arrodilla frente a los escalones para recibir una corona que el niño Jesús le ofrece. En el cielo y entre nubes baja un ángel con rosas en su mano derecha. En los escalones se apoyan en una calavera y una vara de azucenas.
Como puede verse, nuestra pintura presenta, invertida, una composición similar a si bien ha sido simplificada, destacándose la idéntica manera de presentar los atributos, azucenas y calavera sobre los escalones y rosas en la corona y en lo alto sostenida por el
putto. Es probable que esta composición responda al grabado que sabemos Paul Pontius (1603-1658) realizó de la obra de Van Dyck (8).
La ejecución rápida que presenta esta obra, con ciertos detalles sólo esbozados, como sucede con los ángeles en lo alto, o la elemental solución de la cortina del fondo nos permiten pensar que se trata de un modelo para una obra mayor. La obra estuvo atribuida a Theodoor van Thulden (1609-69) hasta 1994, cuando en nuestro catálogo (9) rechazamos totalmente esta idea para considerarla producto de un seguidor de Van Dyck.
por Ángel M. Navarro
(1) Los atributos de Santa Catalina son el crucifijo, las azucenas y un libro en alusión a sus escritos. A veces aplasta con sus pies al demonio y en sus manos aparece el rosario. Su vestimenta corresponde al hábito de dominica terciaria.
(2) Comunicación oral 5 de noviembre de 1992. Para la historia de la Santa, véase, Acta Santorum, 4 de septiembre; R. P. Giordano, Di S. Rosalia, Vergine Palermitana, Libri tre, Palermo, 1651; sobre su culto e iconografía L. Réau, Iconographie de l'art Chrétien, París, 1959, tomo III, vol. 3, pp. 1170-71. H. Schenone la incluye también en su Iconografía del Arte Colonial. Los Santos, Buenos Aires, 1992, vol. II, pp. 702-703.
(3) J. B. Knipping, Iconography of the Counter Reformation in the Netherlands, Leiden, 1974, vol. I, pág. 140.
(4) R. P. Giordano, op. cit.; Ch. Sterling: "Van Dyck Paintings of St. Rosalía" en The Burlington Magazine, LXXIV, 1939, pág. 54.
(5) Tela, 397 x 278 cm. Sobre las pinturas de Van Dyck de Santa Rosalía véase Sterlig, op. cit. y J. R. Martin y G. Feigenbaum, Van Dyck as Religios Artist, The Art Museum, Princeton University, 1979, pp. 125-35.
(6) Esto es señalado por Knipping, op. cit., pág. 140, y Martin y Freigenbaum, ibidem, pág 125.
(7) Tela, 275 x 210 cm. La obra permaneció en el altar principal de la capilla (junto al Matrimonio místico del Beato Heman Joseph también de Van Dyck) hasta la supresión de la orden jesuítica en 1776. Fue entonces adquirida por la Emperatriz María Teresa y ahora se halla en el Kunsthistorisches Museum de Viena.
(8) Hollstein, n° 552 (W 28)
(9) AMN, 1994, pág. 36.
Bibliografía
1994. AMN, pp. 35-36, reproducido.