Comentario sobre Mer Orageuse (Mar borrascoso)
Desde una etapa temprana Gustave Courbet se interesó por la pintura al aire libre. Además de una naturaleza boscosa y de grandes arboledas, a lo largo de su producción privilegió la representación del agua, en espejos serenos, ríos que fluyen y mares suaves o embravecidos, motivos que encontraron una clientela interesada. Sus recorridos por la costa normanda de Francia, al borde del Canal de la Mancha, fueron frecuentes, con visitas periódicas a El Havre, Honfleur, Trouville y Deauville, lugares que también aparecen en pinturas de otros artistas de la escuela de Barbizon quienes como él perseguían la observación sensible de la naturaleza, y reaccionaban contra la modernización de las grandes ciudades.
En varias oportunidades, Courbet pintó en Étretat, otra zona costera de Normandía, caracterizada por sus pescadores y marineros, aunque hacia la década de 1860 había crecido como ciudad balnearia para el turismo. Por entonces el lugar tenía un casino, casas solariegas, tiendas y pequeños hoteles a los que asistía una burguesía con tiempo libre para descansar o para curar sus dolencias durante el período estival. A este lugar también llegaron otros artistas en diferentes etapas, Eugène Delaroix, Camille Corot, Eugène-Louis Boudin, Johann-Barthold Jongkind y Claude Monet, y escritores como Gustave Flaubert y Victor Hugo. A muchos de ellos les impactó la particularidad del paisaje, una extensa costa de acantilados verticales, abruptos y escarpados, de alabastro blanco, con un perfil particular: arcos y cuevas naturales erosionados por el agua, en cuyo interior anidan albatros, gaviotas y otras especies marinas. Las playas se caracterizan además por sus numerosos guijarros; en tanto, sobre los acantilados se extienden mantos de césped vibrante, todas características que atrajeron a estos pintores, además de la claridad de su aire, y el viento, que azota con fuerza en algunos momentos del año, dejando las mareas revueltas y en constante movimiento.
En el verano de 1869 Courbet pasó un período de tiempo en este lugar, como huésped de una casa que se levantaba sobre uno de los acantilados. En una de sus habitaciones con vista al mar el escritor Guy de Maupassant lo vio frente a las ventanas, al momento de representar las enormes olas que golpeaban contra el acantilado. Se trata de un grupo de pinturas cuyo protagonista es el mar después de las tormentas, en contraste con las playas serenas que había pintado cuatro años antes en la zona de Trouville. En general son piezas de pequeño formato (aunque más tarde reelaboró algunas de ellas en tamaños más grandes en su estudio de París), realizadas con espátula y abundante óleo, y desde una gran cercanía, como si estuviera inmerso en el agua, que ocupaba gran parte de la tela, con las olas como motivo principal. Evitó representar figuras u objetos, y sólo en algunas pocas piezas pueden verse botes o barcos a lo lejos, único resabio de la presencia humana en el lugar. Dos obras ligadas a estas playas,
El mar tormentoso (o
La ola) y
El acantilado de Étretat, fueron expuestas con éxito en el Salón de París de 1870.
Mer Oragueuse (
Mar borrascoso), del MNBA, pertenece al grupo de pinturas que realizó en este lugar, así como
Marina (que realizó en 1870) también de la colección del museo. En
Mar borrascoso Courbet realizó una obra de pequeño formato con el mar en un primer plano, lejos de las convenciones del paisaje histórico, con el movimiento del agua, la reverberación de la luz sobre la espuma de las olas y la fuerza del viento, a partir del uso de pinceladas sueltas, y de colores y formas que se deshacen.
La obra perteneció a la colección de Rufino J. Varela (1838-1911), abogado, político y periodista, quien tenía un importante patrimonio de piezas de arte compradas a lo largo de treinta años, en Buenos Aires y en Europa. En 1896 Varela vendió un lote con algunas de sus pinturas, incluyendo esta pieza de Courbet, y otras de autores como Sorolla, Monvoisin, Rembrandt, Zurbarán y Corot entre otros. Era una acción común en su familia, varios de sus integrantes eran coleccionistas de arte, y en los momentos previos a sus viajes europeos solían vender parte de las colecciones en un gesto de distinción social que era leído como un retorno al país con nuevas y onerosas compras. La pintura de Courbet fue adquirida en esa venta por un joven poeta, Domingo D. Martinto (1859-1898), que tenía varias obras de la escuela de Barbizon en su colección, quien la donó al museo en 1897. La obra estuvo expuesta en el Bon Marché, donde el museo funcionó en su primera etapa, en la sala de Marinas, y en la planta alta del Pabellón Argentino, desde septiembre de 1910 cuando el museo se trasladó a ese edificio.
por Paola Melgarejo
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