Comentario sobre Orillas del Guadaira
La representación del paisaje estuvo considerada hasta el siglo XIX como accesoria y permaneció marginada tanto en las grandes exposiciones como en los planes de enseñanza de las academias europeas, por lo menos hasta los inicios de la segunda mitad de la centuria. A partir de allí la pintura de paisaje fue ante todo uno de los géneros modeladores del gusto en las sociedades burguesas, encontrando un importante espacio dentro del ámbito del mercado de arte en las grandes ciudades europeas y americanas, actividad a la cual se abocaría José Pinelo Llull en Buenos Aires desde 1900.
En relación con el paisaje se produce en España un cambio radical a partir de 1857 con el prolongado magisterio ejercido por Carlos de Haes (1826-1898), quien formó e influenció a toda una generación de pintores, auspiciando el excursionismo y la inspiración directa del natural. Pinelo interpretó de manera moderna la geografía andaluza, dejó de lado la intemporalidad con que antes se la recreaba y así representó un territorio con perfiles característicos, que remitía a una experiencia vivida y a una localización temporal precisa. La obra, también conocida como
Paisaje de Alcalá de Guadaira, representa los suburbios de la localidad de Alcalá a orillas del río Guadaira, municipio próximo a Sevilla, famoso por sus plantaciones de olivares, al cual acudían numerosos pintores en búsqueda de motivos para sus cuadros. A tono con las corrientes científicas y filosóficas ya triunfales hacia fines del siglo XIX, el temperamento del pintor estaba signado con ánimo racionalista y experimental, que impulsaba a basarse en la realidad e interpretarla bajo observación directa. De esta manera se interesó por los perfiles concretos de las cosas y comenzó a representar la fisonomía regional de los alrededores de Sevilla a través de un lenguaje fresco y una factura vivaz, espontánea, por medio de una paleta luminosa.
por Tomás Ezequiel Bondone