Sacrificio de Melquisedec
Tiepolo, Giovanni Battista. ca. 1740
Más Informaciónsobre la obra
Obra Maestra
Inventario 8649
Obra Exhibida
Sala 6. Arte europeo - Manierismo y Barroco
Alejandro Shaw, abuelo de la donante, adquirió el cuadro como obra de Ribera. En diciembre de 1973, la tela fue asignada a Giordano por un perito argentino. En 1989, a partir de un examen del catálogo general de la obra de Ribera, preparado por Nicola Spinosa en 1978, los investigadores del Museo devolvieron la atribución al Españoleto. En 2004, en ocasión de una muestra sobre Luca Giordano, el mismo Spinosa presentó una pintura de menores dimensiones, de 98 x 81 cm, que es, claramente, una derivación del cuadro de Buenos Aires, la consideró obra del pintor napolitano e identificó al personaje representado con una imagen del astrónomo antiguo Ptolomeo. Existen, no obstante, argumentos estilísticos e históricos para insistir en la atribución de nuestro cuadro a José de Ribera, ya sostenida en 1989.
La firmeza del dibujo y la nitidez del trazo que se advierten en los rasgos faciales y en los pulgares con uñas largas y sucias del retratado remiten más bien al artista español que al Fa presto. La postura del sabio mendigo, de espaldas al contemplador pero con su cabeza girada para observarlo mientras sostiene en alto, con ambas manos, los folios dibujados, recuerda la del Filósofo frente al espejo, quizás un Sócrates, de la antigua colección de los condes Matarazzo en Nápoles. La serie de pensadores antiguos en esa pinacoteca habría sido copiada de una equivalente, autógrafa de Ribera, realizada especialmente para el duque de Alcalá, culto virrey de Nápoles, entre 1630 y 1632. Aquel corpus original viajó a España y allí se le perdió el rastro, aunque es posible que una parte de él fuese el conjunto visto y descripto por Antonio Ponz y por Ceán Bermúdez en El Escorial: “[…] Euclides, Arquímedes, un ciego tentando la cabeza de una estatua, Hisopo [Esopo] y Crisipo considerando la naturaleza del fuego”. El Arquímedes es el cuadro homónimo hoy en el Prado, el “ciego” es El Tacto, también en el Prado, y el Euclides quizá sea la pieza adquirida por el Museo Getty en 2001. Los dedos pulgares de la figura de nuestro lienzo son casi idénticos al de la mano izquierda que aprieta un folio en el libro exhibido por ese Euclides.
En cuanto a la identificación del retrato imaginario en nuestro cuadro, los dibujos esbozados sobre la hoja de papel que exhibe el personaje nos dan una pista. En la parte inferior del folio se ve un círculo del que parten tres triángulos alargados, como si se tratase de las proyecciones de sombras posibles para tres focos distintos que iluminan un cuerpo esférico. En el medio de la hoja, un círculo más grande, imagen de un cuerpo redondo, proyecta dos conos de sombra bastante próximos entre sí. En la zona opuesta del círculo, hay una figura extraña, un arco del que salen rayos y unos trazos irregulares en el área así delimitada dentro del círculo grande. El esquema puede ser interpretado como la explicación gráfica del método para medir la distancia entre la Tierra y la Luna, que Ptolomeo expuso en el libro V del Almagesto y que, por la vía de su antecesor Hiparco, se remonta hasta Aristarco, autor del tratado De los tamaños y distancias del Sol y de la Luna. El procedimiento consistía en aprovechar un eclipse de Luna para medir el ancho de la sombra de la Tierra a la distancia de su satélite; esa magnitud permitía calcular la paralaje de la Luna y deducir de allí su distancia de la Tierra. En nuestro dibujo, se vería la Tierra que proyecta dos conos correspondientes a los dos momentos en los que la Luna entra y sale de la zona de sombra de la Tierra, colocada en un mismo plano entre la Luna y el Sol, aludido en el pequeño arco radiante en los antípodas de las sombras. Nuestro Astrónomo podría ser Ptolomeo, Hiparco o Aristarco. Dado que Hiparco y Ptolomeo, teorizadores del sistema geocéntrico, fueron hombres respetados por los poderosos de su tiempo, mientras que Aristarco, el primero en formular la hipótesis heliocéntrica, debió enfrentar fuertes persecuciones tras la acusación de impiedad que le lanzó el estoico Cleantes, parece posible pensar que el cuadro del Museo se refiere a Aristarco, arrojado a la pobreza, sabio inspirado o loco marginal a fuer de incomprendido.
Un bello trabajo de Charles Salas en torno al Euclides del Museo Getty ha traído a colación el placer con que José de Ribera supo entregarse a este tipo de juegos iconográficos. El retrato imaginario de Aristarco habría tenido entonces un significado doblemente revulsivo. Por un lado, habría estado inscripto en la corriente intelectual del período barroco que reivindicaba a los pensadores que Rodolfo Mondolfo llamó “proletarios” de la Antigüedad, desde Demócrito y Arquímedes hasta Diógenes, una línea consagrada a expresar el inconformismo de la época, el disentimiento hacia los dogmas o contra la autoridad, el anhelo de libertad de pensamiento. En segundo lugar, habría señalado en clave al heliocentrismo y al libro de Galileo sobre los máximos sistemas del mundo, publicado precisamente en 1632. Tal vez los trazos en el área delimitada por el círculo grande y el arco radiante en el dibujo de nuestro cuadro representan las manchas solares descubiertas por el propio Galileo en 1612. Es posible también que el cultísimo duque de Alcalá fuese partidario del copernicanismo. No olvidemos la asombrosa prosapia de ese bisnieto de Hernán Cortés y descendiente directo de Perafán de Ribera, primer duque de Alcalá, muerto en 1571 cuando era virrey de Nápoles, quien se había negado con éxito a implantar el tribunal de la Inquisición en los territorios italianos bajo su mando a pesar de las órdenes expresas de Felipe II (1).
1— Obras aludidas en el texto: Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España. Madrid, 1800, t. 4; René Pintard, Le libertinage érudit dans la première moitié du XVIIe siècle. Paris, Boinvin, 1943; Rodolfo Mondolfo, En los orígenes de la filosofía de la cultura. Buenos Aires, Hachette, 1960; Nicola Spinosa, L’opera completa di Ribera, prólogo de Alfonso E. Pérez Sánchez. Milano, Rizzoli, 1978; Alfonso E. Pérez Sánchez y Nicola Spinosa, Ribera 1591-1652. Madrid, Museo del Prado, 1992; Nicola Spinosa y Alfonso E. Pérez Sánchez, Luca Giordano. La imagen como ilusión. Napoli, Electa, 2004; Charles G. Salas, “Elements of Ribera”, Getty Research Journal, Los Angeles, nº 1, 2009, p. 17-26.
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