El Museo Nacional de Bellas Artes presenta, por primera vez en la Argentina, una exposición de los grandes maestros mexicanos José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, integrada por obras provenientes de uno de los acervos más importantes de Latinoamérica: la colección del Museo de Arte Carrillo Gil, de México. La muestra se despliega en dos grandes núcleos: “La exposición pendiente”, del curador del Museo de Arte Carrillo Gil, Carlos Palacios, y “La conexión sur”, a cargo de Cristina Rossi.
Las artes visuales suelen acoger la época que les toca en suerte de diversos modos. A veces los tiempos venturosos tanto como las vicisitudes trágicas son postulados en el arte de forma oblicua, indirecta. No es este el caso. Puesto que la historia de la emancipación americana, a partir del capítulo mexicano que inauguró la saga insurgente del siglo XX, dio en Orozco, Rivera y Siqueiros con las formas representativas que modularon la imagen de la revolución.
Hoy en día no es pensable aquel formidable conato campesino y popular sin la imaginería propuesta por estos tres autores que ligaron las tradiciones pictóricas amerindias a las vanguardias europeas. Expresionismo, cubismo y surrealismo confluyen en la versión criolla resultante de aquel diálogo, que dio en el muralismo su punto de fusión con la historia presente al devenir arte público, lenguaje visual de masas, cuya vocación de interpelación a un sujeto colectivo se volvió una marca ineludible.
Esa impronta hizo que sus obras fueran convocadas para acompañar el proceso de democracia radical abierto por la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, por lo cual padecieron la suerte del país. La tormenta de la historia se abatió sobre la muestra que hoy presentamos de un modo casi literal, poniendo al borde de la destrucción las propias obras que la componen.
Como Director del Museo Nacional de Bellas Artes tengo el orgullo de poder presentar en nuestras salas esta magnífica exposición curada por Carlos Palacios con obras del acervo del Museo de Arte Carrillo Gil de México. La muestra posee un significado que trasciende largamente el ámbito de las artes, pues algo de reparación, de justicia histórica, tiene el hecho de poder asistir al despliegue del más alto imaginario pictórico de México a cuatro décadas de la interdicción de su versión original por parte de la dictadura de Pinochet. Presentarla hoy en nuestro país nos permite interrogar esas poderosas visiones bajo la pregunta por el devenir de las artes y de los pueblos latinoamericanos en un nuevo contexto histórico,
La incorporación de un nuevo núcleo expositivo, curado por Cristina Rossi, da cuenta de la gran influencia que estos artistas ejercieron sobre el arte argentino. Allí, los grandes nombres de la plástica local,–desde Antonio Berni y Lino Enea Spilimbergo a Diana Dowek, Carlos Alonso y Juan Carlos Romero-, permiten colegir la vigencia del mensaje emancipador, de denuncia social y aliento popular, que constituyen una de las más vigorosas vertientes de la escena nacional.
Esta exposición se presenta en Buenos Aires gracias al esfuerzo conjunto de México, Chile y Argentina, a través de sus organismos de cultura y sus representaciones diplomáticas, del Museo de Arte Carrillo Gil, de los Museos de Bellas Artes de Chile y Argentina, de las empresas patrocinantes y de la Asociación Amigos del Museo.
Andrés Duprat
Director del Museo Nacional de Bellas Artes
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Actividades en el marco de la exposición, aquí.—————————————————————————–