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MUSEO/CINE/ARTE 3: El extraño como tema

En junio, recomendamos siete filmes por semana que giran alrededor de cuatro temas recurrentes en el cine.

El Museo Nacional de Bellas Artes presenta en junio “MUSEO/CINE/ARTE 3”, una selección de películas y cortometrajes –que pueden encontrarse en diversas plataformas–, recomendados por Leonardo D’Espósito, curador de cine del Bellas Artes.

Dice D'Espósito sobre este tercer ciclo: “Este mes presentaremos filmes que giran alrededor de algunos temas muy recurrentes en el cine y que, si bien tratados en otras artes, resultan especialmente frecuentes, casi propios de la gran pantalla. Tienen relación con el desarrollo del arte cinematográfico y, veremos en cada núcleo, con las circunstancias históricas en los que fueron creándose formas del cine. Estos temas (no los únicos, pero sí con un volumen importante de producción en todas las cinematografías) son la visita del extraño que cambia el mundo y desaparece; la tensión entre la vocación y la vida en sociedad; el viaje como modo de transformación; y el cine mismo y su lugar en el mundo. Aunque hay muchos más títulos que los presentados en estas series, nos restringimos a aquellos a los que se puede acceder con sencillez y legalmente a partir de los servicios digitales disponibles en la Argentina”.

El extraño que elude al mundo

Es probable que una de las figuras más recurrentes del cine –y de las más interesantes– sea la del extraño que socorre al mundo brevemente para luego desaparecer. Aunque parezca raro, está menos presente en el resto de las artes que en la gran pantalla cuando es, básicamente, el mito sostén de todas las religiones o, por lo menos, del Cristianismo. Hay razones por las cuales esto es así, y se acercan a la historia de la conformación de los Estados Unidos como sociedad y como usina mitológica de la modernidad. Un país que, al decir de Harold Bloom, es el único que ha creado religiones en la era contemporánea, todas desprendimientos de alguna versión de lo cristiano. Y como el cine, incluso si consideramos que nació en Europa, tuvo su definición como arte en los EE.UU. gracias a David W. Griffith, es casi una consecuencia que el mito mesiánico haya reencarnado de mil formas en el cine y, desde Hollywood, volviese a ser universal.

Leonardo D’Espósito

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Más corazón que odio

EE.UU., 1956

Dirección: John Ford

Uno de los grandes aportes de John Ford a la cultura fue utilizar el cine –y los géneros populares dentro de él– para trazar un mapa complejo y ambiguo del mito americano. No “norteamericano”, sino de toda América, aunque desde su realización estadounidense. Ese mito es el de la tierra de exilio donde se construye una sociedad utópica (el “hogar del valiente y tierra de los libres” del himno de ese país) a través de la civilización democrática, aunque eso implica necesariamente fallas, entre ellas la fundamental de sepultar el territorio mitológico, “bárbaro” y tradicional. Si bien el filme que mejor tematiza este asunto es “Un tiro en la noche” (The man who shot Liberty Valance, 1962), “Más corazón que odio” (The Searchers) es quizás una versión más poética. Un soldado del vencido Sur vuelve al hogar de su familia –a su hermano, a su cuñada que pudo ser su mujer, a sus sobrinos– en el Oeste salvaje. Racista acérrimo, odia a los indios. Indios que, ante su ausencia, atacarán y masacrarán a gran parte de esa familia y raptarán a su sobrina. Con otro sobrino –un mestizo– buscará durante muchos años a la muchacha, y volverá periódicamente al hogar. Ha jurado que si la chica no lo reconoce, si los indios la han vuelto india, habrá de matarla. Pero el tiempo corre, la gente crece, los dolores cambian. Los indios son tan malos y tan buenos como los blancos, igualmente humanos. Y cuando finalmente este hombre encuentre lo que busca, descubrirá que el mundo ya no puede detenerse en el “ellos” y “nosotros” o el concepto de raza. Pero, por supuesto, su cambio personal no será suficiente para soportar el nuevo mundo. Ford habla del paso del tiempo, del cambio de costumbres, de la imposibilidad de establecer una moral única, de lo relativo. De las cosas del mundo “real” contra el tiempo mítico, siempre fijo y sin grises. El plano final, de los más citados de la historia del cine, es también el de la elección del héroe, necesaria pero no por eso menos dolorosa.

* Disponible para alquiler en YouTube.

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Yojimbo

Japón, 1961

Dirección: Akira Kurosawa

Cuando se realiza una lista de grandes novelas negras estadounidenses, suele encontrarse “Cosecha roja”, obra de Dashiell Hammet. Lo extraño es que esa novela sobre un matón que hace su agosto poniendo en lucha a dos bandas de mafiosos nunca fue llevada al cine como tal. Hubo una adaptación muy infiel en 1930, y luego tres películas realizadas en países muy disímiles (Japón, Italia, los Estados Unidos) que adaptan gran parte de su estructura argumental, pero no el todo. Esas tres películas son “Por un puñado de dólares”, de Sergio Leone (1964); “Entre dos fuegos”, de Walter Hill (1996) y, la primera, “Yojimbo, el samurai” (1961) de Akira Kurosawa. Aquí tenemos no a un samurai sino a un ronin, es decir un samurai que ha perdido a su señor y va por el mundo como caballero de fortuna, interpretado por el siempre genial Toshiro Mifune, capaz de actuar con voz, rostro y cuerpo. Llega a un pueblo amenazado por dos bandas rivales de malvivientes y –un poco por interés, un poco por solidaridad, un poco para divertirse– decide acabar con ellas haciéndolas luchar entre sí. Pasa de un bando a otro, los embauca y, en el medio, ayuda a las víctimas de estos monstruos. Lo que le interesa a Kurosawa es mostrar la correlación entre corrupción y envilecimiento (que es la forma moral de la corrupción material), y al héroe como un ser amoral que llega no para instalar una utopía sino para ajustar las cuentas. Y luego, seguir en busca de aventuras, la única naturaleza que reconoce.

* Disponible bajo suscripción en Qubit.TV.

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Teorema

Italia, 1968

Dirección: Pier Paolo Pasolini

“Teorema” fue un escándalo, y probablemente era lo que buscaba Pasolini. La historia es bastante simple e incluso es raro llamarla “historia”: un desconocido llega al hogar de una familia burguesa y los seduce sexualmente a todos y cada uno de los integrantes. El sexo con este personaje implica una especie de iluminación, una apertura metafísica, una auténtica revolución. El film comienza con un periodista hablando con ciertos obreros: el dueño les ha regalado la fábrica. Hablan de burguesía, del cambio social, de si la revolución había llegado, de que tal situación imposible comienza a repetirse. Luego, la visita perversa o angélica a una familia. El extraño comienza por seducir a la criada. Luego al hijo. Luego a la madre, a la hija, al padre. Todos cambian radicalmente su manera de ver el mundo, tocados por algo más que el puro vigor sexual del visitante que, tan misteriosamente como llegó, desaparece. La metáfora cristiana es bastante transparente y no pocos críticos la notaron tras el estreno de la película (después de todo, Pasolini había realizado “El evangelio según San Mateo” y siempre se consideró tan marxista como cristiano, aunque crítico tanto del Partido Comunista como de la Iglesia Católica). El estilo realista se complementa entonces con un misterio en el sentido más tradicional (y por ende, religioso) del término. El sexo no es algo explícito ni está colocado en el filme para excitar al espectador: es en ese sentido lo contrario de la pornografía. El personaje misterioso, un explícitamente angelical Terence Stamp, es el vehículo de un descubrimiento, a través de las pulsiones pasionales, de una verdad trascendente. Por supuesto, Pasolini –hombre de extraordinaria inteligencia– comprende también la ironía y el humor de la situación, lo que vuelve aún más compleja su obra.

* Disponible bajo suscripción en Qubit.TV.

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Terminator

EE.UU., 1984

Dirección: James Cameron

Nadie creía que esta película de bajo presupuesto, realizada por un director que apenas había hecho un filme con muy poca suerte (la subvalorada “Piraña 2”, cuyos defectos solo son achacables a la mezquindad de la producción) se volvería uno de los mayores mitos de la historia del cine. Como lo explicó el crítico Ángel Faretta, hay aquí una metáfora cristiana, en este caso del mito de la Anunciación. Una camarera es visitada por dos seres que vienen del futuro: un robot sobrehumano que quiere asesinarla y un soldado humano que desea salvarla. Ambos saben que ella será la madre de quien rescate a la Humanidad de su aniquilación por parte de las máquinas. Aquí el “extraño” es doble: por un lado el soldado quien, por amor, ha pedido una misión suicida, por el otro, el monstruo amoral. Pero ambos harán de la mujer territorio de cambio. Será otra –será madre, además– al final de la aventura. Aunque los efectos especiales han progresado de manera incalculable en los 36 años que pasaron desde su estreno, la película sigue siendo puro ritmo, puro movimiento (preciso, claro, bello) y puro suspenso. En última instancia, la idea de que para rescatar al mundo hay que renunciar a él se “contagia” del soldado a la madre. De allí que, además de su dimensión secretamente religiosa, sea además una reflexión sobre el nacimiento de los mitos y de las historias, de cómo es el transcurso del tiempo el que fija las narraciones, especialmente las arquetípicas.

* Disponible en Cablevisión Flow.

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Fuera de Satán

Francia, 2011

Dirección: Bruno Dumont

Hay tres maneras de ver esta película de Bruno Dumont y las tres son correctas. Puede ser una especie de reversión del mito cristiano, con ese vagabundo que deambula por un pobre y frío pueblo costero de Francia haciendo milagros casi invisibles y a pesar de sí mismo. Puede ser la más extraña película de superhéroes jamás filmada (después de todo, el mito de Superman no está muy alejado del mito católico). Puede ser el retrato social áspero de un mundo fuera de toda esperanza. Dumont, con sus planos fijos y movimientos de cámara lentos, con su mirada aparentemente distanciada, con la aparición en sordina de lo maravilloso (manifestado en una resurrección y en un exorcismo), comprende que las tres cosas están perfectamente imbricadas en una y eso le confiere a “Fuera de Satán” una fuerza expresiva y un atractivo que supera su anécdota. Es también evidente que se inspira en la pintura, especialmente por el equilibrio que logra en los fotogramas y por cómo filma rostros y personajes de un modo que recuerdan a Brueghel (no hay que olvidar que se inspiró en “El origen del mundo”, de Courbet, para su película “La Humanidad”). Pero esto no está subrayado, como tampoco se subraya la influencia del “Carl Dreyer de Ordet” (1955), película que en gran medida inspira esta obra. Las influencias cruzadas no son aquí un alarde de conocimiento enciclopédico o estético del realizador, sino reconocimientos de que el tema es más universal y tradicional de lo que su extraña e hipnótica ficción deja entrever.

* Disponible bajo suscripción en Qubit.TV.

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La princesa Mononoke

Japón, 1997

Dirección: Hayao Miyazaki

Las fábulas de Hayao Miyazaki, verdadero genio del cine de animación, tienen varios hilos recurrentes. El primero, típicamente japonés, es el equilibrio entre la Naturaleza y el hombre. El segundo, menos evidente, la relación entre Japón y Occidente (aquí a través tanto de la gráfica como de la adaptación o inspiración en relatos europeos). Un tercero, el camino del héroe. En “La princesa Mononoke” –que junto con “Mi vecino Totoro” (1988), “El viaje de Chihiro” (2001) y “Se levanta el viento” (2013) conforma su núcleo más específicamente nipón– los personajes que aparecen para restablecer un equilibrio y luego abandonar el campo son varios. Primero, un espíritu de un bosque herido por una bala que busca vengarse de la Humanidad por violar las reglas de la naturaleza (espiritual, por lo demás). Luego, el protagonista, Ashitaka, quien debe emprender un viaje al Oeste (todo un tropos en la cultura asiática) en busca de curar una maldición que lo corroe, y en el camino salva una sociedad para luego volver a su tierra. Finalmente, la princesa de los lobos (la “Mononoke Hime” del título original), esa joven adoptada por una loba/espíritu que busca impedir que la tecnología (las armas de fuego) alteren el equilibrio natural. Cuando Ashitaka y la princesa se encuentren, sabremos dos cosas: que existe un potencial romance, que ese romance es imposible porque cada uno, para salvar a sus respectivos mundos y el equilibrio entre ellos, deben permanecer separados. Probablemente, “Mononoke” sea la película más compleja de Miyazaki, no solo por la cantidad de subtramas sino por la pintura del Japón feudal con sus shogunatos en guerra, la extraordinaria poesía para plasmar escenarios naturales y la fuerza épica de gran parte de sus secuencias. Como siempre, no existe el Mal en el mundo de este autor, sino el Error y el Egoísmo, que se restauran siempre a través de un sacrificio.

* Disponible bajo suscripción en Netflix.

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La noche más oscura

EE.UU., 2011

Dirección: Kathryn Bigelow

En la poética de Kathryn Bigelow, una de las grandes autoras contemporáneas, existe una figura: la de la adicción al peligro. Es lo que aparece con más fuerza en dos de sus filmes más importantes: “Punto Límite” (1991) y “Vivir al límite” (2008, por el que se convirtió en la primera mujer en ganar el Oscar a la Mejor dirección, además del de Mejor película). Pero esta adicción a las olas y el robo en el primer caso y al frente de guerra en el segundo es una manifestación del malestar humano ante una vida demasiado ordenada, en la que ya no hay aventuras, ni territorios por descubrir, ni misterio. De allí nacen los obsesivos por el riesgo máximo que pueblan sus tramas. La más interesante es Maya, agente de la CIA, reclutada por la Agencia cuando adolescente y que pasa doce años, prácticamente toda su vida adulta, tratando de encontrar a Osama Bin-Laden después de los atentados del 11/S. El filme generó una gran polémica porque muestra las torturas a las que los estadounidenses sometieron a sospechosos de terrorismo en Guantánamo sin condenarlas explícitamente. Pero esas secuencias –todas breves, al principio de la película– son las que nos muestran la carnadura de Maya, totalmente blindada a cualquier cosa que no sea modificar el mundo cazando a Bin-Laden. Si bien establece lazos afectivos (uno de ellos destruido por una bomba), son más débiles que lo que la obsesiona. Su vida no tiene otro sentido más que el de cumplir esa –y solo esa– misión. De allí que el llanto final de la protagonista no represente solo la felicidad de la tarea cumplida sino una devastación metafísica completa: ¿qué pasa con alguien que, sin mediar principios morales, hace lo que debe y termina con su misión? ¿Qué espera a Maya, una mujer joven, cuando lo único que daba sentido a su vida desaparece? La pregunta por el “después” del héroe en un mundo que ya no tiene lugar para él es desoladora. Bigelow excluye todo sentimentalismo, toda broma fácil, toda calidez “para compensar” y va al hueso del tema de modo totalmente descarnado, con una imagen hiperreal hasta el absurdo.

* Disponible bajo suscripción en FoxPlay y Netflix.

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