Comentario sobre People, New York
La primera vez que Franco Fontana viajó a Nueva York fue en junio de 1979, a los 46 años de edad. Lo empujaba “un gran deseo de ver por sí mismo y no solo en films o en televisión ‘el sueño americano’. Desde chico para mí, y no solo para mí, América era Eldorado. A decir verdad, la fotografía, cuando era todavía adolescente, representaba solo un modo de conservar la memoria de los días de escuela, de la vida o de las vacaciones”.
Fontana recuerda aquella primera experiencia como un momento de identificación con el paisaje urbano que estaba dentro suyo y que no podía encontrar en las ciudades italianas ni europeas. La luz singular y única de Nueva York –tan única como la luz de cualquier ciudad del mundo– envuelve a la gente por la calle y se corresponde perfectamente con su sensibilidad de artista. La luz de
People, New York es extraordinaria y tan irreal que parece una invención hecha por un excelente estudio dentro de un set cinematográfico. Sin embargo, Franco Fontana toma una escena real jugando con el diafragma para extremar los contrastes tonales, allí donde la luz natural plasma las formas que, a su vez, se vuelven medios irreemplazables de un simbolismo de refinada intelectualidad. La relación que une a las tres figuras, presumiblemente una familia (¿o quizás la figura de la mujer en primer plano está justo allí por casualidad?), con aquella mano protectora del hombre sobre la espalda de la muchacha, es fría y distante. Las franjas de luz que cortan el edificio y el asfalto relucen verdaderamente como el acero de un cuchillo. (En este sentido puede relacionarse esta imagen con una fotografía de fuerte tensión simbólica, concentrada en un solo detalle: el retrato de Pierpont Morgan ejecutado por Edward Steichen. Retrato al límite del negro más oscuro, con un solo punto luminoso sobre el brazo del sillón, que parece un puñal).Y es precisamente el conflicto visual entre el grupo compacto de personas –cálido–, las heridas de luz –glacial– y las narices de los coches –agresivas– lo que convierte una escena de simple vida cotidiana en una suerte de naturaleza muerta de tintes inquietantes. Fontana es un maestro del color. Fue uno de los primeros en usar película a color cuando el blanco y negro era considerado el único proceso artístico, mientras la fotografía en colores era aceptada solo para la ilustración, las tarjetas postales y usos similares. En
People, New York el color juega de nuevo con ambigüedad creativa. La atmósfera de la imagen, en su primer impacto, es reconfortante por sus tonos tierra de Siena, carmín y negro aterciopelado de los personajes y las sombras cortas sobre el asfalto. Pero las sombras largas, negras, puntuadas por las tiras de acero sobre la fachada del edificio, atravesada además por una inscripción vertical en rojo, y las sombras de un gris pálido sobre la calle, refuerzan aquella sensación de incomodidad hostil. La imagen es inédita y forma parte de una compleja serie, siempre en proceso, titulada
Nella luce americana, nombre sugerido a Fontana por uno de los artistas conceptuales más interesantes del panorama mundial: Franco Vaccari, también él de Módena y uno de sus grandes amigos.
por Giuliana Scimé