Comentario sobre Gallero viejo
La solidez pictórica de Jorge Bermúdez encontró en la representación de tipos regionales su mayor acierto (1). Una iconografía habitual en la pintura española potenciada por la muestra de Ignacio Zuloaga en la Exposición del Centenario. En el caso de Bermúdez, becado a Europa en 1909, la relación es directa ya que se perfeccionó con el maestro español.
La cacharrería de 1912 (inv. 5470, MNBA) es un ejemplo del mimetismo de Bermúdez con el artista de Eibar. Regresó a España en 1924, como cónsul, falleciendo en Granada dos años después.
Gallero viejo está estructurado con simpleza y efectividad: el anciano, con poncho rojo, mira al espectador mientras aproxima el gallo al primer plano de la tela. La composición triangular de la figura sedente, con la fuerza del volumen de esta etapa del artista, ocupa gran parte de la tela, recortándose sobre un plano de casas, que a su vez lo hace sobre los cerros, y estos bajo un cielo diáfano. Aplica homogéneamente la materia pictórica de forma densa, sin llegar a ser la técnica lo dominante en la visión. Con habilidad, Bermúdez ubica la línea de los ojos, enrojecidos, en el perfil de los cerros, favoreciendo la sensación envolvente del punto de vista alto. Por otra parte, es consciente de las referencias que estimula la elección del asunto, ya que es fácilmente asociado tanto con un brujo como con la riña de gallos. Además, la presencia de la vejez fortalece la idea de una tradición. Esta adquisición en su muestra individual se sumó a la de
El poncho rojo (inv. 6161, MNBA) del Salón Nacional de 1913, cuando recién arribaba a la Argentina. En el primer Salón de Otoño de 1917 obtuvo el Premio Adquisición con
Riña de gallos (Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, Rosario), lo que señala la pertinencia de estos temas para representar lo nacional desde el pintoresquismo de influencia española.
Las imágenes nativistas fueron predominantes en los primeros salones (2), algunos artistas se radicaban en las provincias norteñas para profundizar su estética nacional. Bermúdez tuvo largas estadías en Jujuy y Catamarca. Un detalle anecdótico: el peruano José Sabogal se encontraba en la Argentina en la década del 10, donde conoció a Bermúdez y a José A. Terry, antes de regresar a Lima donde fue cabeza del indigenismo. Así, el pensamiento plástico de Sabogal se desarrolló desde el contacto con obras como
Gallero viejo y la certeza de su efectividad discursiva.
por Roberto Amigo
1— Aún es el comentario de Pagano la mejor introducción a la obra de Bermúdez. Véase: José León Pagano, El arte de los argentinos. Buenos Aires, edición del autor, 1938, t. 2, p. 159-170.
2— Véase: Marta Penhos, “Nativos en el Salón. Artes plásticas e identidad en la primera mitad del siglo XX” en: Marta Penhos y Diana B. Wechsler (coord.), Tras los pasos de la norma. Salones Nacionales de Bellas Artes (1911-1989). Buenos Aires, Ediciones del Jilguero/CAIA, p. 111-152.
Bibliografía
1988. PAYRÓ, Julio E., “La pintura” en: AA.VV., Historia general del arte en la Argentina. Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas Artes, vol. 6, reprod. p. 153.