Comentario sobre La Conquista de México. Tabla XVII
Descripción Tabla XVIII: Envía el capitán general Cortés al emperador Moctesuma a que se asome a una azotea a asegurar a sus capitanes y ellos responden que ya tienen otro Señor – danle un flechazo y de pedradas de que murió – Manda Cortés que se entierre como monarca.
El conjunto de estas pinturas constituye una narración sobre la conquista de México, desde el desembarco de Cortés en San Juan de Ulúa y el hundimiento de las naves hasta la caída de Tenochtitlan y la rendición de Cuauhtémoc. No se trata de la ilustración de hechos aislados, sino de un relato estructurado, en el que se encadenan medio centenar de episodios, con un comienzo y un final claros. En cada pintura se representan dos o tres escenas, que en general están ordenadas cronológicamente desde el último hasta el primer plano y se enuncian en cartelas. La selección de los temas marca un relato centrado en las figuras de Cortés y de Moctezuma: no se señalan acciones españolas que no hayan estado directamente bajo el mando de Cortés y Cuauhtémoc aparece sólo en el acto de rendición final. En numerosas escenas se representa a doña Marina, la Malinche, que sirviera de intérprete a Cortés, pero no se menciona su nombre.
La impronta narrativa, la técnica insólita, la influencia oriental, el largo anonimato del autor a pesar de que firmara su obra, han sido otros tantos motivos de interés.
Las pinturas con incrustaciones de nácar son una producción específica de la Nueva España de fines del siglo XVII y principios del XVIII. Algunas se organizan en series de tema histórico o religioso. Hay también pinturas aisladas, en este caso siempre religiosas. Las de las series históricas están orladas por cenefas decorativas trabajadas también con incrustaciones de nácar. Algunas de las otras pinturas tienen marcos realizados con la misma técnica.
Sobre el soporte –una tabla que puede estar recubierta por un lienzo– se colocaba la capa de preparación, sobre la que se realizaba un primer dibujo, que permitía definir las zonas en que se colocaría el nácar: las vestimentas, algunos objetos, el reborde de las cartelas y las flores y pájaros que adornan las cenefas, en trozos irregulares de aproximadamente un centímetro y medio de lado. Una vez adheridos los trozos de concha se repasaba el dibujo y se aplicaba una capa delgada de pintura. De este modo, los colores se irisan con los reflejos del nácar.
Aunque el uso de la concha nácar tiene una larga tradición en Mesoamérica desde la época precolombina, estas pinturas muestran influencia oriental.
El uso de los biombos y los muebles laqueados y con incrustaciones había sido difundido por el comercio con Filipinas. La posesión de esta isla le permitió a España desarrollar el comercio con Oriente a través del Pacífico. Desde el siglo XVI hasta el XIX, todos los años, la
Nao de China, o
Galeón de Manila, unía este puerto con Acapulco, donde descargaba productos provenientes de China, Japón, India. Parte de ese tráfico seguía hacia España, pero la mayor parte era absorbida por los virreinatos de Perú y de la Nueva España. En particular los marcos y las cenefas con incrustaciones de nácar tienen influencia de la pintura
namban japonesa.
Todas las series conocidas de enconchados constan de seis, doce o veinticuatro tablas.
Las de tema histórico son cinco sobre la conquista de México, una sobre las guerras de Alejandro Farnesio y un biombo del sitio de Viena por los turcos. La serie del MNBA se emparenta sobre todo con otra de 24 tablas que fue propiedad de los duques de Moctezuma. En el Museo de América de Madrid se conserva una serie de veinticuatro pinturas (firmada en la tabla IX por Miguel Gonzales y en la XXIV por Juan Gonzales y fechada en 1698) y otra de seis de mayor tamaño, y la quinta, también de seis tablas, está repartida entre el Museo Mayer y el Museo Nacional de Historia de México.
Durante mucho tiempo no se supo quiénes eran Miguel y Juan Gonzales, y el hecho de que la mayor parte de las pinturas enconchadas se conservaran en España hizo que se discutiera sobre su procedencia, hasta que el hallazgo de pruebas documentales en los archivos mexicanos por parte de Guillermo Tovar de Teresa dejara fuera de duda su condición novohispana.
La serie del MNBA parece seguir la crónica de Bernal Díaz del Castillo, integrante de las huestes de Cortés que escribió una
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Es el texto con el que presenta mayores analogías, e incluso algunas representaciones iconográficas, como la de los ídolos en lo alto de la pirámide de Tlatelolco, parecen una transcripción pictórica de las descripciones que hace ese autor. Las tablas alternan representaciones fidedignas del contexto histórico con elementos totalmente fantásticos y también con anacronismos generados en el entorno en que se pintaron, la vida colonial más de siglo y medio posterior a la conquista.
En el siglo XIX Alejandro Mackinlay trajo desde Inglaterra estas veintidós pinturas, que ingresaron al Museo Público antes de 1864. A la serie le faltan dos tablas, que sabemos que fueron vendidas también en Londres, en 1934, a José R. Gómez Acebo, por entonces embajador de España en Finlandia. Desde que se pintaron los enconchados tuvieron sus propios viajes, épocas de pasar desapercibidos y otras de atraer la atención de un virrey de México como el Conde de Moctezuma y Tula, de viajeros curiosos como Antonio Ponz en el siglo XVIII o Martin de Moussy en el XIX, de intelectuales como Alfonso Reyes, del público que hoy disfruta a muchos de ellos en los museos.
por Marta Dujovne
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