Comentario sobre El drama
“Necesito que mi pintura sea un eco dramático del momento que vivo”, declaraba Raquel Forner en 1938 después de haber presentado
Mujeres del mundo, una de las obras que integra la larga saga de piezas que realiza a partir de 1937 ligadas al drama de la guerra (la española primero, la mundial luego). Puso su trabajo al servicio de la causa de la República, de la libertad, del respeto por los derechos humanos y fue entonces cuando desplegó su producción, desarrollando una figuración contundente que buscaba representar a través de su síntesis simbólico-plástica los hechos y de este modo denunciar los crímenes del hombre contra el hombre.
En este sentido, Forner se presenta como una artista argentina clave dentro de este proceso de reposicionamiento frente a la realidad mundial contemporánea produciendo en este contexto su
Serie de España (1937-1939) y la del
Drama (1939-1946). Sus obras resuelven de una manera particular las tensiones entre arte y vida, arte y política, y se instalan con entidad propia con nuevas respuestas a través de una nueva mirada; su condición de mujer no constituye un dato menor, ya que la misma conduce a revelaciones diversas sobre la crisis del mundo contemporáneo.
Forner había comenzado su carrera como artista plástica en el clima de ebullición y reconstrucción de la década del veinte, en los primeros años del período de entreguerras. Entonces la novedad ganaba terreno en distintos frentes dentro del campo cultural. También operó activamente sobre el ámbito de las artes plásticas en Buenos Aires que transitaba, hacia los años veinte, por un proceso de consolidación creciente a la vez que comenzaba a experimentar las tensiones que supuso el impacto de la modernidad y la emergencia del “arte nuevo”. Desde las páginas de los diarios, las palabras “arte moderno”, “vanguardia”, “nueva sensibilidad”, “joven generación” se hicieron cada vez más frecuentes. Los ecos de las exposiciones europeas llegaban a través de corresponsales especializados, que trasladaron los debates artísticos de los centros europeos a la prensa local. El viaje a Europa constituyó dentro de este proceso una instancia necesaria para los jóvenes artistas. Forner no fue una excepción: España, Italia y el Marruecos español fueron sus recorridos, Francia, concretamente París, su lugar de asentamiento (1929-1931).
Ya en 1928 la prensa porteña, a partir de su presentación en el Salón Nacional de Bellas Artes señaló: “Forner es una artista atenta al ritmo de la época, se define con netos perfiles en el grupo de vanguardia […] expresa su realidad que no supone reinterpretación literaria del mundo de referencia, sino apoyo consciente en las cosas sensibles” (1).
A su regreso en 1931, encontró en Buenos Aires un ambiente de afirmación del espacio para las artes y dentro de él un sitio para el “arte nuevo” que era necesario seguir construyendo. En el transcurso de la década del veinte y avanzando sobre la del treinta, habían ido sumándose las exposiciones de artistas argentinos y extranjeros representativas de las nuevas tendencias. Buenos Aires se había convertido, en pocos años, en un fructífero campo de batalla entre lo que se reconocía como la estética consagrada – la de un naturalismo decimonónico heredero del impresionismo y de la pintura regional española– y las nuevas propuestas plásticas signadas –más allá de sus variaciones– por otra comprensión de la forma, por una figuración en la que se revisan, desde una mirada moderna, las enseñanzas clásicas y las propuestas cezannianas junto a las experiencias de la primera vanguardia.
Por otra parte sobre los años treinta, la realidad nacional e internacional que iba inundando el panorama de artistas e intelectuales, invadió también el horizonte mental de Raquel Forner: la guerra civil y la Segunda Guerra Mundial la obligan a observar el paisaje caótico del mundo y a operar un viraje hacia el compromiso con la actualidad. Se identificó con las luchas que encarnó el Frente Popular –la internacional antifascista– y dio un nuevo rumbo a su obra construyendo una iconografía poderosamente expresiva centrada en la imagen de la mujer como protagonista. El sentido dramático tiñe su obra en estos años. En 1937 comienza su
Serie de España, en 1939 la del
Drama, que tendrá continuidad hasta 1946, año en que inicia la serie
Las rocas.
La
Serie de España y
El drama están atravesadas por lo patético instalado en un paisaje trágico y violento que desgarra a los personajes. En las obras de Forner de las décadas del treinta y el cuarenta, el color cede lugar a los contrastes de valores y la intensidad dramática reside en la producción de paisajes y figuras desgarradores. Confusos paisajes ensombrecidos con la densidad atmosférica posterior a una explosión. La tierra, los árboles, los vestigios de arquitecturas y de seres humanos construyen estas vistas del horror: escenarios que constituyen una síntesis densa entre los paisajes exteriores de la devastación y los paisajes interiores de la desolación, la desesperanza y el desconcierto del hombre o más precisamente de la mujer, a partir del subrayado que hace la artista, frente a un mundo enajenado.
La obra de 1942
El drama se presenta como una síntesis de varias otras piezas que integran la saga del dolor humano contemporáneo. Una serie de dibujos preliminares, sencillos y monumentales dan paso a este trabajo complejo sobrepoblado de personajes y elementos que, en conjunto, buscan un sentido narrativo que no permita la duda sobre la posición que se está sosteniendo frente al drama de la guerra. Varias mujeres protagonizan el primer plano. La propia imagen aparece quebrada en el retrato que está abandonado en el suelo con otros elementos como el globo terráqueo, un conjunto de papeles y una mano con la llaga de Cristo. Hacia el interior del plano, el panorama es desolador: cuerpos consumidos, la humanidad encarnada en la muerte, árboles quemados, tierras yermas y la atmósfera que se respira después de un bombardeo rodean la escena. Toda una declaración de principios planteada con la vocación de un “nunca más”.
por Diana B. Wechsler
1— “El XVIII Salón Nacional de Bellas Artes”, La Vanguardia, Buenos Aires, 30 de septiembre de 1928.
Bibliografía
1942. ROMERO BREST, Jorge, “El XXXII Salón Nacional de Bellas Artes”, Saber Vivir, Buenos Aires, a. 3, nº 27, octubre, p. 15-16.
1946. AMORIN, Ricardo, “Raquel Forner”, Orientación, Buenos Aires, 9 de octubre [s.p.].
1968. SQUIRRU, Rafael, “Raquel Forner”, Américas, Buenos Aires, vol. 20, nº 9, septiembre, p. 6-12, reprod. byn p. 8.