Comentario sobre Orejas, cojones, banderas
Entre las
Banderas que comienzan a poblar sus cuadros a partir de 1961 y la muestra
Homenaje a los reporteros gráficos de 1978 Carlos Gorriarena recorre años claves en la construcción de su identidad como artista en el marco de una doble lógica estética y política. Estos años son también los límites posibles de una época muy intensa en la historia del país durante la cual algunos sectores apostaron a transformaciones radicales y reposicionamientos en el orden nacional e internacional. Los proyectos artísticos modernizadores chocaron con la política que impuso sus necesidades y sus demandas en el mundo de la cultura.
Es en este marco que Gorriarena avanza sobre el proceso de construcción de una poética propia que opera entre la figuración y la abstracción planteando problemas plásticos enraizados en los conflictos, los significados y los valores tal y como son vividos en la época, aquello que Raymond Williams ha definido como la “estructura de sentimientos”.
Recuerda Gorriarena: “el informalismo era una escuela muy potente en ese momento y de algún modo me ayudó a plantear las cosas en otra dirección. A partir de allí, a medida que avanzaba fui destruyendo la figuración de mi pintura hasta casi llegar a la abstracción. Cuando retomo el camino de la figuración, a fines de los 60 mi planteo es totalmente distinto” (1).
El informalismo y el expresionismo abstracto se convierten en referentes naturales de su obra tendiente al abandono de la representación figurativa para privilegiar en cambio la materia, el gesto, el contraste de colores: va al encuentro de otro modo de representación, menos literal, más inquietante, más violento, tal como se exhibe en esta témpera de 1967.
Gorriarena pasó del óleo a la témpera en busca de una técnica que por su aspereza, su nivel de saturación del color y su falta de brillo aportara otras calidades expresivas a sus trabajos. En ellos transita de una representación figurativa al gesto expresionista. Sin embargo, nunca abandona totalmente la figuración sino que la transgrede, la altera, la violenta hasta el límite. Crea nuevas realidades abigarradas de formas no del todo reconocibles en donde se destacan algunas señales nítidas: símbolos que por su presencia denotan un amplio repertorio de significaciones.
por Diana B. Wechsler
1— Carlos Gorriarena en entrevista de Eduardo Iglesias Brickles para Página/12, Buenos Aires, marzo de 1998.
Bibliografía
2005. WECHSLER, Diana B. y María Teresa Constantin, Gorriarena. La pintura, un espacio vital. Buenos Aires, Fundación Mundo Nuevo, p. 78, reprod. color p. 79.