Comentario sobre Riachuelo o Regreso de la pesca
En 1935, el tomo 16 de la
Encyclopédie française, consagrado a
arts et littératures dans la société contemporaine, incluye en su primera parte, dedicada a las obras, más precisamente a sus materiales y sus técnicas, una obra de Quinquela Martín para ejemplificar el uso de la pintura y la pincelada. ¿Cómo llega este artista a alcanzar esa posición dentro de una publicación tan prestigiosa? ¿Cómo se produce la convivencia de la imagen de Quinquela con la de Segantini en una misma página y estas a su vez con la reproducción de las paletas de Dufy y Matisse? Estas presencias resultan muy sugerentes para pensar no solo la posición relativa de Quinquela, sino la de todo el sistema del arte internacional en los tiempos en que el proyecto moderno estaba llevándose a cabo (1). Las convivencias señaladas ponen en plano de igualdad, o al menos como materiales igualmente disponibles, a unos y otros artistas, lo que permite repensar productivamente estos procesos. Pero esto es motivo de otro trabajo, aquí se trata de centrarnos en Quinquela, uno más entonces entre los casos disponibles, al menos para quienes diseñaron esta edición de la
Encyclopédie, una obra de referencia no solo para el mundo francés. Quinquela había llegado a alcanzar un lugar de prestigio dentro de la circulación de obras de arte en distintas ciudades americanas y europeas en el curso de los años veinte y treinta. Esto explicaría la presencia de su imagen en aquel libro. Queda sin embargo abierta la pregunta acerca de las maneras en que pasó de la ribera del Riachuelo a los salones de galerías en Río de Janeiro, Madrid, Londres, Roma, París, Nueva York. Varios indicios permiten reconstruir, al menos de forma fragmentaria, el camino transitado. En sus recuerdos, lo que terminó de definir su posición como artista fue el paso del anonimato al comentario público cuando en 1916, a manera de crónica de la vida diaria, Ernesto Marchese publicaba en
Fray Mocho una nota bajo el título “El carbonero”, donde se recogía la imagen de un joven pintor que, al aire libre, en la ribera del Riachuelo trabajaba sobre un cartón con abundante pintura asistido por sus pinceles, espátulas y hasta sus dedos. El ambiente artístico y cultural del barrio de La Boca estaba animado por las diferentes sociedades regionales italianas y asociaciones de trabajadores, agrupados al calor del movimiento obrero en pleno proceso de expansión. Estos espacios son los que sirvieron a Quinquela como sitios de aprendizaje y centros en donde trabar relación con otros artistas o iniciados que contemporáneamente buscaban un lugar en el mundo de la cultura. Casaburi primero y luego Lazzari fueron maestros de Quinquela en las clases tomadas junto a Fortunato Lacámera, Arturo Maresca, Camilo Mandelli y una figura clave: Santiago Stagnaro. Además, la relación con Juan de Dios Filiberto y las tertulias de la peluquería de Nucíforo habrían sido la matriz de su formación artística, a la que sumó lecturas realizadas en las bibliotecas disponibles en la Sociedad de Caldereros y el Centro Socialista.
Este equipamiento fue el que orientó su camino que se habría definido hacia 1916 con la observación del cronista de
Fray Mocho sobre el uso de la materia y la pincelada, aquello que años después lo convertiría en ejemplo para la
Encyclopédie.
La buena acogida en la galería Witcomb de la calle Florida le abrió otras puertas, aquellas que lo pusieron en sintonía con la posibilidad de alcanzar algunos espacios dentro del circuito internacional. Allí ubicó trabajos como
Riachuelo, fuertemente matéricos, gestuales, en los que el pincel se fue engrosando para dar paso a la espátula y eventualmente al uso de los dedos para distribuir la pasta de color. Sus trabajos fueron convirtiendo al paisaje de La Boca en un espectáculo monumental incansablemente recreado, habitado por diminutos seres encorvados que a diario le dan vida con su labor.
por Diana B. Wechsler
1— Este texto retoma mi ensayo: Quinquela entre Fader y Berni, 2008.
Bibliografía
2008. WECHSLER, Diana B., Quinquela entre Fader y Berni en la coleccion del Museo de Bellas Artes de La Boca. Buenos Aires, EDUNTREF, 2008.