Comentario sobre Ahora descansan en el polvo
Dentro de la producción multidisciplinaria desarrollada por Luis Seoane, la obra gráfica constituyó uno de los aspectos sobre los que este artista indagó con mayor asiduidad en cada una de las coordenadas por las que transitó: inicialmente en Santiago de Compostela, durante casi cuatro décadas en Buenos Aires y en sus últimos años nuevamente en tierras gallegas. Estas derivas geográficas estuvieron vinculadas a las circunstancias políticas de su época a la vez que a su historia personal.
Nacido en el seno de un hogar gallego emigrado a Argentina a fines del siglo XIX, Seoane viajó a los seis años con su familia a Galicia, donde se formó artística e intelectualmente, tomando contacto con las producciones de las vanguardias europeas de los años veinte y treinta. A fines de 1936, ya iniciada la guerra civil española, se embarcó de regreso a Buenos Aires; desde su doble condición argentino-gallega dinamizó la producción de los exiliados españoles en el país a la vez que participó activamente en el medio cultural porteño, aportando su mirada cosmopolita pero también signada por una fuerte impronta localista. Su constante intercambio con los intelectuales y artistas argentinos y latinoamericanos, su actividad editorial, sus exposiciones individuales desde 1947 en galerías de arte como Bonino, Galatea o Viau, dieron cuenta de su aporte a la producción cultural de su país natal, el país de su exilio.
En la misma medida que sus circunstancias personales, la obra de Seoane se encontró atravesada por una relación dialógica o interpenetrada de ejes aparentemente contradictorios: lo local y lo universal, la innovación y la conservación cultural, lo modernista y lo clasicista, lo erudito y lo popular. Fueron relaciones que desde los años cuarenta se señalaban como “pares polares” de su producción, destacados, entre otros, por Manuel Mujica Láinez y Julio E. Payró (1).
A mediados de la década del cincuenta, Seoane era un artista maduro pero muy respetado y bien posicionado dentro de la trama del “arte nuevo” en la Argentina que se comenzaba a mostrar en las exposiciones internacionales (2). Por ejemplo, fue una de las figuras indiscutidas en el controvertido envío argentino a la Bienal de Venecia de 1956 y ganador de una de las medallas obtenidas por los artistas nacionales en la Exposición Universal de Bruselas de 1958. Precisamente, Seoane inició en ese año una serie de obras –entre las que se encuentra
Ahora descansan en el polvo– donde proponía un giro respecto de la práctica del grabado en madera, el más antiguo de los procedimientos de impresión cuya ejecución no presentaba hasta entonces demasiadas variantes respecto de una tradición que se podía remontar hasta cinco siglos atrás.
En estas xilografías de fines de los años cincuenta apeló a un lenguaje formal sintético para representar personajes populares de Argentina o Galicia, como gauchos, hechiceras y campesinos; junto a estos tópicos, fueron recurrentes sus referencias a la muerte y a la persecución a través de las figuras de
caídos, personajes masculinos yacientes, abatidos, como
El olvidado (inv. 8791, MNBA). Seoane puso en juego en este corpus algunos recursos novedosos, articulando texturas, colores y elementos diversos en la madera de base que abrían una vía hacia un planteo gráfico
aggiornado (3); así, al indagar sobre el soporte gráfico, Seoane destacó el lenguaje del material en cuanto recurso visual relevante.
El rol expresivo que otorgó a las texturas de la madera, evidente en
Ahora descansan en el polvo o en
El olvidado, se podía vincular a las poéticas contemporáneas de exploraciones con la materia, ya que al impugnar la lisura de la matriz xilográfica (convención arraigada entre los grabadores argentinos hasta esos tiempos) exaltaba las rugosidades, nudos y vetas de la superficie en cuanto significantes expresivos. Sin embargo, Seoane no apuntó a remarcar la carga simbólica de una materia basta en cuanto factor disruptivo, como en el caso de algunas obras informalistas contemporáneas, sino a que las cualidades de la madera aparecieran armonizadas a través del todo compositivo.
También es notable en
Ahora descansan en el polvo el uso del color con el que el artista ponía distancia respecto del monocromatismo convencional de la estampa xilográfica. La témpera estarcida en color amarillo sobre la imagen resultaba asimismo un recurso original respecto de la ortodoxia gráfica ya que se trataba de una intervención posterior sobre la impresión. Cabe señalar que la misma imagen pero sin el plano estarcido fue utilizada para el afiche de la exposición
Raimundo Patiño. Litografías, presentada en 1960 en el Centro Lucense de Buenos Aires.
El uso de tres tacos de madera yuxtapuestos, integrados en la estampa, implicaba una sutil diferencia respecto del procedimiento acostumbrado hasta ese momento, respetuoso de la unicidad de la matriz: si dentro de la tradición de la xilografía era usual imprimir en forma superpuesta dos o más tacos de madera para obtener un grabado a varios colores, Seoane trabajó aquí el factor cromático por sumatoria más que por superposición.
En el corpus iniciado en 1958, Seoane apeló a otro recurso original dentro de la xilografía: el collage. Junto al trabajo de desbastado de madera, comenzó a incorporar a la matriz bandas de cinta adhesiva; en la estampa, estas aparecen como rectángulos –verdes, azules, grises en
Ahora descansan en el polvo; negros en
El olvidado– de nítida definición planimétrica sobre la textura irregular de la superficie impresa, resaltando la cualidad bidimensional de la estampa. En otras xilografías-collage, Seoane también agregó a la matriz pegamento sintético, o “soldadura plástica” (4), sobre el que dejó la impronta de círculos o texturas, articulando los entramados orgánicos de la madera con las marcas del material industrial.
En 1964 se presentó en el MNBA una pequeña exhibición de grabados de Seoane en el Gabinete de Estampas, espacio organizado y conducido por Marta Gil Solá que funcionó como sala estable del Museo entre 1963 y 1971. Probablemente fuera en esa ocasión que donó a la institución esta estampa de
Ahora descansan en el polvo. Otras copias de esta xilografía integran el patrimonio de instituciones argentinas (la estampa 5/10 pertenece al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, la 3/10 al patrimonio del Museo Nacional del Grabado), donadas por el propio Seoane en esos años de formulación y consagración de un “nuevo grabado” que, en gran medida, él mismo contribuyó a definir.
por Silvia Dolinko
1— Para una lectura temprana sobre las imbricaciones culturales, territoriales y simbólicas en la obra de Seoane véase: Jorge Romero Brest, “Un dibujante y un grabador”, Correo Literario, Buenos Aires, a. 2, nº 16, 1 de julio de 1944, p. 1.
2— Sobre la proyección internacional de la escena del “arte nuevo” de la Argentina, cf. Andrea Giunta, Vanguardia, internacionalismo y política. Arte argentino en los años sesenta. Buenos Aires, Paidós, 2001.
3— Silvia Dolinko, Luis Seoane. Xilografías. Santiago de Chile, Centro Cultural de España, 2006.
4— Según su definición en: Luis Seoane, “Ilustración del libro, el libro y mis ilustraciones” en: Arte mural. La ilustración. Buenos Aires, Sudamericana, 1974.
Bibliografía
1998. Luis Seoane. Obra cartelística. A Coruna, Fundación Luis Seoane, reprod. color p. 47.
2000. AA.VV., Luis Seoane. Pinturas, dibujos y grabados 1932-1979. Santiago de Compostela, Centro Galego de Arte Contemporánea, reprod. color p. 200.
2006. DOLINKO, Silvia, El grabado entre la tradición y la experimentación. El auge de la obra gráfica y su inscripción en el campo artístico argentino (1955-1973). Tesis de doctorado, FFyL-UBA, mimeo, p. 184-185, fig. 41.