Retrato ecuestre del restaurador
Pierri, Duilio. 1987
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 9335
Obra Exhibida
Sala 37, primer piso | Los años 80. El arte en democracia
Retorno de los restos pertenece a la serie de obras que Duilio Pierri dedicó a El matadero de Esteban Echeverría. Realizadas sobre lienzos de grandes dimensiones, las pinturas del conjunto no eran meras ilustraciones del sangriento episodio situado durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Para su interpretación pictórica, Pierri se sirvió de la potencia visual del repertorio de imágenes del relato. Si bien algunas de las monumentales telas mostraban efectivamente situaciones narradas por Echeverría –Cincuenta cabezas, La ofrenda de la res, Boleando al unitario, Tusando a la federala– otras eran imágenes inspiradas en el cuento pero enteramente inventadas por Pierri, como es el caso de la pintura del MNBA. La misma posee una composición similar a la escena del tormento al joven unitario –donde el cuerpo sostenido por la muchedumbre de hombres marca una fuerte diagonal que más tarde Pierri repetiría en su Entierro del condottiero de su serie Sonetos de Miguel Ángel de 1989. No obstante, refiere en realidad al retorno de los restos del Restaurador. Este hecho que el pintor se aventuró a figurar no sucedería sino dos años después de la ejecución de la obra, cuando en 1989, durante el gobierno de Carlos Menem, el cuerpo de Rosas fue repatriado. La serie fue expuesta por primera vez en el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires (actual Centro Cultural Recoleta), junto con otra dedicada al mito de Narciso que marcó una nueva etapa en su producción (1). Con El matadero Pierri se servía de la mediación de la literatura para intencionalmente aludir, por primera vez, a la realidad histórica argentina (2). Sin embargo, ubicó aquellas escenas en la Grecia antigua, desnudando los cuerpos de los protagonistas –el mismo Rosas cabalga desnudo y a pelo en sus apócrifos retratos ecuestres– y reemplazando las zanjas, tranqueras y cercos pampeanos por columnatas clásicas.
Esa toma de distancia de algún modo neutraliza el clima de feroz matanza de su modelo literario y provoca a la vez una tensión controlada entre la crudeza y desmesura del relato y la densa expresividad cromática característica del pintor. Los torrentes de sangre de los sacrificios, animales y humanos, de la federación rosista coagulan en la superficie pictórica de Pierri al tiempo que aluden a las heridas abiertas de la historia argentina contemporánea. El trabajo casi monocromático de los cuerpos y sombras espectrales del séquito funerario de Rosas enfatiza el carácter estatuario de las anatomías que enmarcan por contraste el cadáver rojizo del Restaurador. La posición en caída sostenida de este cuerpo imprime una apariencia neomanierista al cuadro, afín a la vertiente de la Transvanguardia italiana vigente en los 80 y que Pierri conocía desde su estadía en Nueva York entre 1980 y 1984. Inmerso en la era posmoderna, el artista componía un entramado de préstamos culturales en sus pinturas, donde confluían la memoria de las formas grecorromanas, la virulencia del expresionismo alemán, las fisonomías de los rostros del Picasso no cubista y el equilibrio inestable de las figuras monumentales en las citas pictóricas del más contemporáneo Sandro Chia. El autor, protagonista de la joven generación de la década de 1980, comenzó su formación en su casa-taller junto con sus padres pintores Orlando y Minerva Pierri. Cursó brevemente en las Escuelas de Bellas Artes Manuel Belgrano y Ernesto de la Cárcova. Realizó viajes de estudios por Latinoamérica y Francia y estuvo radicado en Nueva York donde comenzó su serie conocida como Los mosquitos, en la que seres zoomórficos y engendros humanos invadían perspectivas urbanas e interiores de espacialidad caleidoscópica. Entre otras distinciones, en 1988 recibió el Primer Premio de Pintura Joven 88 de la Fundación Fortabat con la obra La refalosa de 1987, perteneciente a la misma serie que Retorno de los restos.
1— Pierri realizó este conjunto a partir del encargo de Alejandro Furlong de una serie de pinturas murales para decorar su nueva casa de estilo grecorromano. En 1987 el coleccionista editó un libro que incluía parte de las Metamorfosis de Ovidio, poemas de Silvina Ocampo sobre Narciso, junto con las reproducciones de los cuadros y fotografías de su casa. Por otro lado, parte de la serie de El matadero fue exhibida también en una exposición individual de Pierri en Costa Rica. Véase: Jacobo Carpio, Duilio Pierri. El matadero postmoderno. San José de Costa Rica, Museo de Arte Contemporáneo, 1989.
2— En 1988, en una muestra del grupo Periferia que Pierri integraba entonces junto con Alfredo Prior, Osvaldo Monzo y Pablo Suárez, volvió a jugar con la figura de Rosas emparentándola esta vez con la de Aldo Rico, el militar sublevado en los motines de Semana Santa (1987) y Monte Caseros (1988), por sus distintas vinculaciones con las islas Malvinas.
1987. CANTOR, Judy, “Pierri: Reality good theme”, Buenos Aires Herald, Buenos Aires, 2 de agosto, p. 12. — OLDENBURG, Bengt, “Tres grandes talentos. Pierri, Noe y Di Stefano [sic] en la Recoleta”, La Razón, Buenos Aires, 16 de agosto, p. 25.
1990. DRIBEN, Lelia, “‘El matadero’ en el laboratorio de las formas visuales”, Espacios de crítica y producción, Buenos Aires, Secretaria de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil/FFyL-UBA, n. 8/9, p. 55-58, ilustración del artista p. 58.
2005. PETRINA, Alberto, “Duilio Pierri, o la apoteosis del color” en: Maria Isabel Larranaga y Alberto Petrina, Duilio Pierri. Exposición retrospectiva, cat. exp. Buenos Aires, Museo de Artes Plasticas Eduardo Sivori, p. 13, reprod. color p. 87.
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