Comentario sobre Fatalidad
Después del aprendizaje inicial con los escultores Torcuato Tasso, catalán radicado en la Argentina, y Arturo Dresco, Antonio Sibellino obtuvo una beca que le permitió viajar a Europa en 1909. En Turín y París profundizó su formación tomando contacto con las nuevas tendencias de vanguardia como el futurismo y el cubismo. En 1924, instalado en Buenos Aires, llevó a cabo
Fatalidad, uno de los cinco relieves de la serie
La familia. Proyectaba realizar doce (en distintas series) para ubicarlos como elementos ornamentales, por ejemplo, en edificios o establecimientos educativos. La serie de relieves fue iniciada en la década del 20 a partir de diferentes dibujos que le servirían para retomar el proceso de trabajo. Es desde algunos de esos bocetos que en la década del 40 llevó a cabo
Nacimiento (1941),
Las generaciones (1942) y
La familia hebrea (1944). El yeso –al que no consideraba un estudio previo hacia a la obra definitiva– le facilitó la investigación y experimentación, en particular explotar su interés por analizar texturas, sombras y luces sobre la superficie opaca del material (1).
Fatalidad anunció el surgimiento de un escultor innovador que a través de la síntesis formal lograba manifestar los sentimientos de los diversos personajes en cada una de las situaciones representadas. El artista manifestó que
Muerte del hijo, también de 1924, fue el primero de la serie de relieves que realizó. Por esto podemos suponer que había un desarrollo narrativo entre ambas obras, en el cual
Fatalidad es la representación de un momento posterior a la muerte: el del sufrimiento ante lo irreparable de la tragedia.
El tema de la familia fue recurrente en su producción, tal vez detonado por la muerte de su madre Filomena Lanziano en 1910 mientras estudiaba en Turín, hecho que marcó su vida para siempre y la tiñó de un halo fatal que lo hizo tomar conciencia de lo efímero de la vida. En
Fatalidad solo aparecen dos figuras. La primera sedente, vencida por el dolor ante la pérdida consumada. La segunda está de pie y con grandes alas.
En este último caso, probablemente esta iconografía –reinterpretada por Sibellino– remita al arcángel Gabriel, aquel que anunció a María el nacimiento de Jesucristo pero también la propia muerte de la Virgen (2). Apoya su cabeza sobre su mano en la posición de un pensador, reflexivo, protegiendo, esperando y mirando de frente al observador de la obra.
Fatalidad fue realizada también en bronce (colección privada, cementerio de Adrogué) (3) y en piedra reconstituida como el relieve que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Bahía Blanca o el que formó parte del corpus de obras presentes en la exposición homenaje
Sibellino escultor llevada a cabo en el MNBA en 1960.
por Patricia Corsani
1— María José Herrera, Curatella Manes y Sibellino: maestros de la escultura moderna, cat. exp. Buenos Aires, MNBA, 2008, [s.p.].
2— Louis Réau, Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia. Antiguo Testamento. Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996, t. 1, p. 76-77.
3— Tomás Alva Negri, Antonio Sibellino. Buenos Aires, Gaglianone, 1988, p. 114.
Bibliografía
1953. PAYRÓ, Julio E., “Escultura moderna: Curatella Manes y Sibellino”, Ars, Buenos Aires, vol. 13, no 61.
1976. ARIAS, Abelardo, Antonio Sibellino. Escultor 1891-1960. Buenos Aires, Imprenta Anzilotti.
1981. NESSI, Ángel Osvaldo, Sibellino. Escultores argentinos del siglo XX. Buenos Aires, CEAL, no 6.