
La hija de los danzantes
Álvarez Bravo, Manuel. 1934
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 9881
Obra No Exhibida
Manuel Álvarez Bravo cosechó en sus cien años de vida innumerables elogios, homenajes y honores. Sin embargo, nadie lo describe mejor –por lo sintético y exacto– que Diego Rivera en 1945: “la fotografía de Álvarez Bravo es mexicana por forma, causa y contenido” (1). Es que en toda su obra, desde las históricas imágenes en las que asumió un fuerte compromiso político denunciando la violencia en forma descarnada, hasta en los más líricos paisajes, se siente la comprensión de su país y de su gente.
Más allá de su destacable actuación como fotógrafo, Álvarez Bravo ha sido un emblema cultural de su país. Ligado desde su temprana juventud al mundo artístico, fue amigo de Diego Rivera, de Frida Kahlo, de los muralistas mexicanos más notorios, de escritores, actores y poetas. Con el mundo fotográfico no fue menos selectivo. Luego de formarse en su ciudad junto a Hugo Brehme, ya en 1928 participó en la Primera Exposición de Arte Fotográfico Nacional. Conoció a Edward Weston, maestro de las formas de los Estados Unidos, y a su compañera y musa de entonces, Tina Modotti. Compañero de ruta de políticos históricos; colaborador de escritores como Octavio Paz, toda la vida del maestro estuvo ligada al mundo del arte y la cultura.
En 1935 expuso en París junto a Henri Cartier-Bresson. En el mismo año, en Nueva York, Julien Levy reunió a Cartier-Bresson, Walker Evans y Álvarez Bravo en una histórica muestra: Documentary & Anti-Graphic, que se volvió a reeditar en 2004.
El cine –imagen al fin– no fue ajeno a sus intereses. Realizó varios documentales, colaboró como operador en la película de Sergei Eisenstein ¡Que viva México! y en 1957 junto a Luis Buñuel en el filme Nazarín.
La colección fotográfica del MNBA cuenta con obras emblemáticas del artista, como La buena fama durmiendo (inv. 9446) o La hija de los danzantes (inv. 10695). La primera pertenece a una serie que le fuera encargada por André Breton para ilustrar la carátula del catálogo de la Exposición Internacional Surrealista que se presentó en la Ciudad de México en 1940. Más tarde, esa imagen se exhibió en París y desde entonces no ha dejado de publicarse y exponerse.
Por su parte, Ventana a los magueyes es absolutamente emblemática y especial. Su luminosidad, la armonía de su composición, el diseño de las sombras reflejadas en la pared la hacen una obra insustituible cuando se trata de mostrar la personalidad y la maestría de Álvarez Bravo. Habla de su estilo y, por ende, del México que nos ha mostrado y que sin duda es real. Tan real que creó una escuela donde abrevaron generaciones posteriores de fotógrafos hasta el día de hoy.
1— Citado en: Manuel Álvarez Bravo. Vigo, Centro de Estudios Fotográficos, 1988.
1990. FACIO, Sara, La Fotogalería del Teatro San Martín. Buenos Aires, La Azotea, reprod. p. 21.
2001. MONSIVÁIS, Carlos, Manuel Álvarez Bravo 100 years, 100 days. Madrid, Turner, reprod. p. 92.
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