Pont Marie
Daubigny, Charles-François.
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 2086
Obra Exhibida
Sala 13. Arte francés Siglo XIX
Luminoso y evocador, este óleo sobre tela no fechado de Charles-François Daubigny titulado Le soir presenta todas las singularidades caras al artista.
Alumno de Paul Delaroche, Daubigny estaba más bien destinado a ser un pintor tradicionalista; se orientó hacia el paisaje en 1852, luego de conocer a Jean-Baptiste Camille Corot, que ejerció sobre él una influencia decisiva, iniciándolo en la École de la Nature. Se alineó rápidamente con los paisajistas de Barbizon y se codeó con Théodore Rousseau, pintor que le transmitió el gusto por la verdad de las apariencias y la densidad de los bosques.
En 1860 se instaló en Auvers-sur-Oise, región que inspiró sus paisajes de ríos y lagunas. Para trabajar con soltura directamente del motivo y representar con fidelidad la frescura y la precisión de sus vistas, Daubigny acondicionó un barco taller, el Botin, con el cual navegó por el Oise y el Sena, capturando los episodios de su “ensueño fluvial” (1).
Le soir presenta un paisaje tranquilo que ilustra la caída del día. Dos mujeres, casi invisibles en una naturaleza ordenada, han venido a lavar algunos géneros antes de que se haga de noche. Las copas de los árboles parecen contemplarlas, en tanto los barcos, bien alineados sobre el agua calma, les hacen sensiblemente eco.
Todo es equilibrio. Pese a los mezquinos nubarrones grises, el cielo no es amenazador. Es el epílogo de una jornada que muta en crepúsculo en una infinita claridad.
Daubigny emplea una pincelada nerviosa para pintar un cielo en movimiento, pero demuestra asimismo su habilidad para utilizar un pincel delicado y sedoso al tratar los reflejos de ese mismo cielo en la superficie del agua. Una poesía casi romántica se desprende de esta simplicidad, de ese campo apacible de tonalidades profundas, que recuerda por momentos los matices penetrantes de Gustave Courbet (Paysage dans le Jura, 1864, California Palace of the Legion of Honor, San Francisco).
En 1866, Daubigny viajó a Inglaterra. Es probable que el contacto con las obras de William Turner (Crossing the Brook, 1815, Tate Gallery, Londres) haya estimulado, además de sus juegos con las reverberaciones del agua, su amor por los colores y las luces propios de cada hora y cada estación (La neige, 1873, Musée d’Orsay, París). Daubigny fue un artista sin teoría, salvo quizá la de traducir la autenticidad de las apariencias. Para Émile Zola, gran admirador del pintor, fue un “roturador”, como escribió a su regreso del Salón de 1876: “Pintaba lo que veía, sin buscar un tema más allá de lo que le ofrecía la realidad. […] Es la naturaleza la que nos habla. Eso es el estilo realista, hecho para comunicar lo que es” (2). Muy pronto, Daubigny se instauró como defensor de las jóvenes generaciones de pintores junto a su aliado Corot. Como miembro del jurado en los salones, ya a fines de los años 1860 apoyó las experimentaciones de Cézanne, Sisley, Renoir o Monet, oponiéndose con aspereza a las resistencias académicas. Durante la guerra franco-prusiana de 1870 viajó por segunda vez a Londres, donde presentó a Monet y Pissarro al vendedor Paul Durand-Ruel. Ese acto marcó el inicio de la era impresionista y el reconocimiento de sus pintores eminentes en la escena internacional. Daubigny muchas veces se sintió decepcionado por no vender sus obras más logradas: “Los mejores cuadros no se venden”, decía. No por eso dejó de ser uno de los mayores inspiradores del movimiento impresionista, que sedujo a sus pares por su sobriedad naturalista y su sensibilidad para las atmósferas coloreadas.
1— Henri Focillon, La peinture au XIXe siècle. Paris, Flammarion, 1991, t. 1, p. 356.
2— F. W. J. Hemmings y Robert Niess (comp.), Émile Zola: Salons. Paris, Minard, 1959.
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