Comentario sobre Silencio
Eliseu Meifrèn i Roig fue uno de los artistas preferidos por el coleccionismo porteño, además fue el primer peninsular en exhibir individualmente en los salones del Ateneo, en el año 1900 (1), donde fue adquirida
Silencio –también titulada
Quietud– por Eduardo Schiaffino para el MNBA. La galería Witcomb, luego, continuó afirmando su obra en el mercado porteño de principios del siglo XX. Hay otra faceta de Meifrèn que interesa remarcar: su papel en la difusión del arte catalán moderno. Apoyado económicamente por el industrial tabacalero Juan Canter organizó en Witcomb en 1904 una exposición donde reunió, entre otros, a Ramón Casas, Joan Brull, Santiago Rusiñol, Joaquim Mir, Isidre Nonell, Joaquim Sunyer, Modest Urgell, Baldomer Galofre y Pablo Picasso. Este último, representado con cinco pasteles, según el texto de catálogo se dedicaba “al impresionismo en sus manifestaciones más audaces” (2). Es decir, Meifrèn presentó a sus relaciones de la Escola de la Llotja, de Sitges y de Els Quatre Gats.
Meifrèn solía trabajar
en plein air a bordo de una barca, el resultado de esta práctica es un particular punto de vista en algunas de sus pinturas, como ocurre con este paisaje de la vista de una ribera. El agua ocupa gran parte de la tela, las tres cuartas partes, pero por el manejo de los reflejos esta extensión es visualmente mitigada. La factura de las casas resueltas como bloques otorga, con su aspecto geométrico, una tendencia modernizadora que, sin embargo, no es profundizada y contrasta con el paisaje naturalista sobre el que se recortan. Las líneas de las laderas generan movimiento en una estructura estática. Una línea compositiva es formada por barcas oscuras detenidas en la orilla que remarcan la ausencia de figuras humanas, la disposición levemente curva de las mismas amplía la perspectiva. Las dos gaviotas que vuelan bajas conducen nuestra mirada hacia un punto intermedio entre la orilla y la barca donde el artista ha realizado su obra.
La compensación sin riesgos entre recursos naturalistas y derivados del impresionismo eran la clave de su éxito. Posiblemente el arte argentino adeude a Meifrèn esta enseñanza de paisajes delicados, de armonía cromática, de “sintonía tonal”. Por el legado Parmenio T. Piñero ingresó al MNBA una de sus clásicas marinas,
Aguas serenas (inv. 5086), Eduardo Schiaffino adquirió en su misión a Europa en 1906
Los naranjos (inv. 5450) y finalmente la Comisión Nacional de Bellas Artes sumó
Las lavanderas (inv. 2620) expuesta en su muestra individual de Witcomb en 1909, logrando reunir un conjunto variado de las técnicas y asuntos del catalán cosmopolita.
por Roberto Amigo
1— Véase: Roberto Amigo, “El arte español en la Argentina, entre el mercado y la política” en: Patricia Artundo (org.), El arte español en la Argentina 1890-1960. Buenos Aires, Fundación Espigas, 2006.
2— Arte catalán, galería Witcomb, Buenos Aires, septiembre de 1904. Supuestamente se vendieron dos pasteles de Picasso: La toilette y Últimos momentos. Cf. Francisco A. Palomar, “De nuestro pasado artístico. En los albores del siglo: Picasso en Buenos Aires”, La Nación, Buenos Aires, 19 de noviembre de 1961, p. 5, reproducido en: Patricia Artundo, ut supra, p. 174-176.
Bibliografía
1900. SCHIAFFINO, Eduardo, “Exposición Meifrèn”, La Ilustración Sud-Americana, Buenos Aires, a. 8, nº 177, 12 de mayo, p. 134-135. — SCHIAFFINO, Eduardo, “Exposición Meifrèn en los salones del Ateneo”, Caras y Caretas, Buenos Aires, a. 3, nº 84, reprod. [s.p.].
1997. FERNÁNDEZ GARCÍA, Ana María, Catálogo de pintura española en Buenos Aires. Oviedo/Buenos Aires, Universidad de Oviedo/FFyL-UBA, nº 390, p. 119.