Camino de rosas
Rusiñol Prats, Santiago.
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 2612
Obra Exhibida
Sala 21. Arte argentino siglo XIX
Este paisaje-jardín tiene como foco de interés una fuente de los jardines de Aranjuez llamada de la Boticaria, pintada por Rusiñol al menos en dos oportunidades. Los jardines de la ciudad de Aranjuez constituyen un complejo de parques que se hallan junto al río Tajo rodeando el Palacio Real. Este está constituido por cuatro jardines: el del Parterre, el de la Isla, el del Príncipe y, por último, el de Isabel II. Dicha fuente se ubica en una glorieta del Jardín de la Isla, más precisamente en la entrada sur desde el parterre que se encuentra a espaldas del Palacio. Su existencia se debe a Carlos III de Borbón, que había mandado a remodelar en 1777 la zona del Salón de los Reyes Católicos. Fue parte de un proyecto mayor del monarca que buscaba, a través de una serie de disposiciones inspiradas en el modelo de Versalles, transformar la vieja villa suburbana con coto de caza en ciudad residencial y símbolo del poder de la monarquía española. Por ello, detrás de la fuente se observa el inicio de un paseo de plátanos de unos 300 metros, pues estas glorietas –embellecidas frecuentemente por fuentes– funcionaban en la jardinería francesa dieciochesca como hitos paisajísticos distribuidores de calles.
La fuente de la Boticaria está compuesta por un vaso bajo de planta circular con un basamento central rústico con cuatro delfines –dos por delante, dos por detrás– entrelazando sus colas, las cuales soportan una taza en forma de venera. El basamento propiamente dicho sostiene un grupo escultórico con dos putti en lucha por un surtidor en forma de jeringuilla. Si consideramos que los delfines en la base pueden funcionar como atributo de los niños, además del hecho de que estos últimos están luchando, estaríamos en presencia del tema de Eros y Anteros. El peso de la mímesis, característica del modernismo catalán, tiene en esta obra ciertos descuidos, pues los canteros de principios geométricos y simétricos que rodean a la fuente concéntricamente –característicos del arte topiario francés– no siguen una estricta simetría. Además, la barandilla de hierro con pedestales situada junto al dique alto del Tajo –a la derecha de la glorieta– no tiene los jarrones que muestran fotografías de principios del siglo XX; tal vez no existieran al momento de pintar la obra o fueron omitidos.
Otoñal, al igual que Jardín de Aranjuez (ca. 1908, inv. 7916, MNBA) (1) y muchas otras obras del artista con el mismo tema, tiene una disposición rigurosamente simétrica. La paleta, de características reducidas, está dominada por los colores tierra. En cuanto a la luz, viene de la izquierda pero desde el fondo de la composición, perdiéndose por lo bajo en la enramada, solo incidiendo con algo de fuerza sobre algunos troncos y frondas de la calle de plátanos. Esta suave luz crepuscular, que por su procedencia, intensidad y contraste desdibuja levemente los objetos de los primeros planos, sumada al follaje tratado como manchas de color, evita una dura descripción realista de carácter más académico.
Los estilizados jardines de Rusiñol se caracterizan por ser espacios vacíos de humanidad, solitarios, casi abandonados. Por ello, tienen un aire de cierta melancolía romántica, particularmente en las obras donde el principio de contraluz es protagonista. Sus jardines, en especial los de Aranjuez, le dieron una notable fama que confirmarían varios galardones oficiales en las Exposiciones Nacionales de España de 1908, 1912 y 1929. Esta temática la desarrolló desde la década de 1880 pero se volvió el leitmotiv de su producción desde su viaje a Granada, realizado entre octubre de 1895 y febrero de 1896. Aranjuez sería para Rusiñol una fuente inagotable de estos asuntos, los cuales trató desde variadísimos ángulos. En sus últimos tiempos, debido a su débil estado de salud y por la amistad que le prodigaba, el rey Alfonso XIII le concedió un permiso especial para circular en auto dentro de los jardines que todavía Rusiñol añoraba capturar en sus lienzos.
1— Según Cruz Valdovinos, Ciento veinte años de pintura española, cat. exp. Buenos Aires, MNBA, 1991, p. 138.
1997. FERNÁNDEZ GARCÍA, Ana María, Catálogo de pintura española en Buenos Aires. Oviedo/Buenos Aires, Universidad de Oviedo/FFyL-UBA, nº 537, p. 162, reprod.
2004. Laplana , Josep de C. y Mercedes Palau-Ribes O’Callaghan, La pintura de Santiago Rusiñol. Obra completa. Barcelona, Mediterrània, vol. 3, nº 17.7.3, p. 182, reprod. (Tardoral).
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