Comentario sobre La femme au collier bleu (La mujer del collar azul)
Como muchos de los jóvenes pintores que llegaron a París alrededor de 1910, Moïse Kisling fue cautivado inicialmente por las teorías del constructivismo que dieron lugar al cubismo, y sus primeras telas muestran la influencia de Paul Cézanne. Las formas pesadas, estilizadas y pronunciadas, las pinceladas sombreadas de sus primeros retratos, paisajes y naturalezas muertas –temas por los cuales sería conocido a lo largo de su carrera– exponen una preocupación por la organización de la superficie pictórica. Esta orientación en su estilo se vio frenada sin embargo por el estallido de la Primera Guerra Mundial y el enrolamiento de Kisling en la Legión Extranjera francesa, en reconocimiento por lo cual el artista recibiría más tarde la ciudadanía francesa. Gravemente herido en la batalla del Somme, fue dado de baja en 1915. Cuando volvió a pintar, su trabajo comenzó a mostrar tanto una distorsión crecientemente expresionista de las formas como una evocación de la tristeza y la languidez que probablemente reflejaban el ambiente en tiempos de guerra, como así también la propia experiencia del artista. Este sentido de melancolía subyacente persistió en la mirada de ensueño conferida a sus mujeres sombrías, que se convirtieron en el tema principal de sus obras de posguerra.
La mujer del collar azul, sin fechar, es típica del estilo desarrollado por Kisling en la década de 1920, por el cual tuvo gran aceptación en el intervalo entre las dos guerras, particularmente como retratista de sociedad.
Las líneas precisas de sus dibujos creaban una forma bien definida, pero suave y redondeada en sus contornos. La exactitud de sus bocetos se combinaba con una cuidadosa orquestación de colores brillantes, notables aquí en el contraste entre el collar azul vibrante, que da nombre a la obra, y los tonos dorados del cabello de la joven inmaculadamente peinado. El modo en que el artista aplicó la pintura otorga a la obra una transparencia y un brillo que recuerdan al esmalte, y reflejan su preocupación por lograr la perfección en su oficio, su creencia en que “uno debe descubrir en una tela la alegría que el pintor experimenta al crearla” (1). La alegría de
La mujer del collar azul, evidente en su absoluta luminosidad, es opacada por la mirada triste de la retratada y sugiere un tedio del mundo, a pesar de, o quizás a causa del lujo que la rodea. Para los críticos contemporáneos, los retratos de Kisling eran una alianza entre la “carne” y el “espíritu”; la carne yacía en la cualidad táctil de sus obras, en el brillo de los tonos, la plenitud de las curvas y la piel opulenta; el espíritu en el perfecto equilibrio de sus composiciones y la expresión intensamente humana de sus rostros (2).
El mismo Kisling descartaba la mirada escrutadora que se le atribuía. “Yo no pinto retratos psicológicos pero trato, a través de la ambientación, la ropa, los aspectos exteriores del cuerpo, la intensa vida de la mirada […] de situar a las figuras en su existencia normal” (3). En efecto, la camaradería por la cual era reconocido en los círculos artísticos de Montparnasse a menudo parecía contradecir el tono de preocupación que muestran sus retratos. Pero en sus momentos de privacidad, el artista era propenso a la reflexión, y es difícil separar la falta de calma de las figuras que pintaba y la inquietud que él mismo sentía, que encontraba salida en su trabajo (4). La identificación entre el sujeto y el autor, los elementos de autorretrato en sus obras, también se subrayan en
La mujer del collar azul, donde las suaves mejillas, la nariz levemente bulbosa y prominente, los ojos bien separados de la modelo guardan cierto parecido con el propio artista.
por Kate Kangaslahti
1— Georges Gabory, Moïse Kisling. Paris, Gallimard, 1928, p. 15.
2— Roger Brielle, “Les peintres juifs” en: René Huyghe (ed.), Histoire de l’art contemporain: la peinture. Paris, F. Alcan, 1935, p. 145-146.
3— Florent Fels, Propos d’artistes. Paris, La Renaissance du Livre, 1925, p. 91.
4— Georges Charensol, “Kisling”, Art et Décoration, Paris, vol. 63, enero de 1934, p. 11-18.
Bibliografía
2008. ARTUNDO, Patricia M. y Marcelo E. Pacheco (dir.), Asociación Amigos del Arte 1924-1942, cat. exp. Buenos Aires, Malba- Fundación Costantini, reprod. byn p. 148.