City Hall (N.Y.)
Torres García, Joaquín. 1942
Más Informaciónsobre la obra
Obra Maestra
Inventario 7829
Obra No Exhibida
Obra en préstamo: Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
De regreso a Uruguay en abril de 1934, Joaquín Torres García intentó establecer una escuela de arte de acuerdo a los preceptos estéticos y filosóficos que había logrado consolidar entre 1929 y 1931 en París. Su programa para una Escuela del Sur (término que acuñó en una conferencia pronunciada en febrero de 1935 en Montevideo) tuvo una primera aplicación en la denominada Asociación de Arte Constructivo (AAC), fundada en 1934 en Montevideo. Durante los seis años comprendidos entre esta fecha y 1940 –lapso de vida activa de dicha Asociación– publicó varios libros, entre los que cabe destacar Estructura (1935), La tradición del hombre abstracto (1938) y Metafísica de la prehistoria indoamericana (1939).
Vale decir que 1937, fecha de realización de Composición, es un momento central de ese período en el que se pone a prueba el pretendido arraigo social y cultural de la Escuela del Sur. La compartimentación del plano y la incorporación de elementos sígnicofigurativos dentro de esa cuadrícula es un recurso iniciado por Torres García en 1930 durante su estadía en París, aunque siguió un proceso que maduró definitivamente durante los primeros años de su regreso a Montevideo.
En 1930 escribió: “Dans le Plan Cosmique une forme a une valeur symbolique” (1). A partir del año siguiente sería frecuente encontrar en sus pinturas la incorporación de números y letras aislados, particularmente la letra A y los números 1 y 5 (2), como representaciones sígnicas del origen, de la unidad y de la armonía.
Este “sistema constructivista” actúa como un imán de captación de signos provenientes de sistemas diferentes: desde el lenguaje jeroglífico a la iconografía masónica, pasando por las cosmografías religiosas, cabalísticas y zodiacales.
El año 1937 es el de la construcción del Monumento cósmico, en el que registra la mayor parte de la constelación de signos que había meticulosamente inventariado y ordenado en algunas hojas sueltas dibujadas y escritas en París en 1930 (3). En ellas distribuyó los símbolos gráficos de acuerdo con tres planos fundamentales: el plano intelectual (gobernado por el signo del triángulo), el plano magnético o emocional (gobernado por el signo del corazón), y el plano físico (gobernado por el signo del pez), el cual se divide, a su vez, en los planos vegetal, animal y mineral (4). A cada uno de estos estamentos corresponde una amplia variedad de elementos icónicos que se reiteran en dibujos, pinturas, esgrafiados líticos, y que encontramos también en la pintura a la que refiere la presente entrada de catálogo.
Es el caso de las manos semiabiertas, de la escalera, la campana, el martillo, la estrella pitagórica, el sol, la balanza, el pez, el corazón, la calavera, la paloma, el triángulo equilátero, entre muchos otros dibujos esquemáticos que intervienen en la pintura Composición. Las manos aluden a sentidos contrapuestos de la actitud moral y pertenecen –al igual que la campana, la balanza y el corazón– al nivel de la cosmología magnética, es decir, básicamente emocional; mientras que el sol, la estrella pitagórica, el triángulo equilátero, son atributos de la cosmología intelectual, símbolos de la “unidad en el espíritu”: el Uno neoplatónico.
En las pinturas de la época de plenitud de la doctrina constructivista –serie a la que pertenece Composición–, Torres García conjuga su ansiado equilibrio entre razón y naturaleza, entre vida y abstracción, dualidades que no se presentan como grandes divisiones esquemáticas, sino como sincretismos iconográficos y cruzamientos de sentido dentro del mapa estructural del cuadro. El martillo, por ejemplo, es entendido como instrumento intermediario entre lo espiritual y lo material, pero también como representación de la idea de ley y de trabajo (5), asignándole al término “ley” el significado de regla, es decir, de instrumento adecuado para dar cumplimiento a la razón universal operando por fuera de toda realidad contingente.
En una de las “Hojas de inventario” (6) el esquema “campana” está acompañado de la palabra “Llamada”, mientras que la estrella pitagórica está acompañada del rótulo “Guía”, de modo tal que la estrella, la brújula y las direcciones cardinales operan sentidos similares tendiendo vínculos entre el estamento de lo intelectual y el de lo magnético, para lo cual la escalera es el elemento que consuma simbólicamente el tránsito vertical de los significados.
Uno de los signos más singulares de Composición es la cruz gamada que aparece en la zona superior derecha. Este elemento se encuentra en restos arqueológicos de la más remota antigüedad, pero Torres García le asigna un significado literal asociado a la idea de “acción” y de “movimiento eterno” (7).
A su vez la calavera, el templo, la paloma y la cruz latina (o cristiana) conforman los cuatro elementos simbólicos del Evangelio que Torres García repite en varias de sus pinturas de ese período y jerarquiza en la portada que realiza para el libro de poemas de Esther de Cáceres en 1939 (8).
1— “En el Plan Cósmico una forma tiene valor simbólico.” Manuscrito con dibujos, Museo Fundación Torres García, Montevideo.
2— La importancia del número 5 aparece explícita en su libro manuscrito Père Soleil, fechado en París el 29 de julio de 1931 (“5 Armonie”, “Septenaire: Règle de l’existence”).
3— Son cinco manuscritos que Miguel Battegazzore denomina “tablas mnemónicas” u “hojas de inventario” en: Miguel Battegazzore, Joaquín Torres García, la trama y los signos. Montevideo, Impresora Gordon, 1999.
4— Battegazzore, op. cit., p. 115-126.
5— Joaquín Torres García, Universalismo constructivo. Madrid, Alianza, 1984, p. 489.
6— Battegazzore, op. cit., p. 125.
7— “Hoja de inventario”, ibidem.
8— Esther de Cáceres, Cruz y Éxtasis de la Pasión. Montevideo, 1939.
Un vasto panorama de arte argentino, con obras de sus mayores representantes
Ver Colección ›Explorá las obras maestras de todos los tiempos en exposición y guarda
Ver Colección ›