Comentario sobre Pintura
Luego de su primer viaje a Europa, realizado en 1951, Tomasello adoptó el vocabulario despojado del arte concreto. Para el programa estético del concretismo nada era más real y concreto que una línea o un color sobre la superficie, según lo había expresado Theo van Doesburg en el manifiesto de 1930. Las obras de este período, al que pertenece
Pintura de 1956, no solo habían abandonado la representación de la realidad de su primera etapa figurativa, sino que se ajustaban a la organización de los medios estrictamente pictóricos, como la articulación de formas geométricas y colores en el plano.
Durante los años cincuenta, Tomasello fue uno de los integrantes del grupo 20 pintores y escultores, promovido por Ernesto B. Rodríguez, agrupación que admitía tanto la abstracción como la figuración. También exhibió en los salones organizados por la Asociación de Arte Nuevo, reunida a partir de la iniciativa de Arden Quin. Tomasello participó en este otro colectivo desde 1955, y fue parte de su comisión organizadora.
Hacia los últimos años de esa década se radicó definitivamente en París, donde comenzó su interés por los efectos del movimiento y la luz. Las obras de esa etapa jugaron tanto con las variaciones de la forma, como con los juegos lumínicos proyectados sobre pequeños cuerpos geométricos. Cuadrados y rectángulos, cubos y cilindros fueron tomando toda la superficie del soporte, ordenados según un principio serial. La incidencia de la luz sobre esos volúmenes espaciales proyecta sombras que varían con el desplazamiento del observador. Inscriptos en la sensibilidad de una época dispuesta a promover una nueva relación entre las producciones artísticas y sus intérpretes, estos trabajos de Tomasello apelaron a revelar la participación activa del espectador en cada experiencia estética.
Aunque la mayor parte de esas obras privilegió la sujeción de esos volúmenes al plano del soporte, algunos casos quebraron el ordenamiento, como
Reflexión nº 48 (inv. 7064, MNBA). En ella, la disposición de los poliedros altera el ritmo de la grilla ortogonal y proyecta sus sombras liberadas de la pauta secuencial aunque, de todos modos, afirma las transformaciones visuales que se operan sobre la superficie. En definitiva, sea en los relieves (emblemáticos en su producción madura) o en las obras bidimensionales del período concreto, Tomasello priorizó la síntesis de recursos y el valor del plano.
En
Pintura de 1956 presenta solo dos pequeñas curvas; sin embargo, tanto su ubicación en la composición como el contraste de color y la contraposición formal producen una fuerte tensión en el campo visual a partir de un mínimo de recursos plásticos. Esta obra fue expuesta en el 2º Salón de Arte Nuevo reunido en diciembre de 1956, tras el cual Tomasello la dejó en poder de su amigo y colega Manuel Álvarez, de quien recibió la donación el MNBA. Resulta pertinente destacar que aunque
Pintura ingresó datada en el año 1957, su presentación en el 2º Salón exige remontar esa fecha hasta 1956. Dado que el interés de su autor por el movimiento y la luz comenzó en la etapa parisina iniciada precisamente en 1957, la síntesis propuesta en esta obra se sitúa en el límite de sus producciones del período concreto, y permite vislumbrar tanto la dialéctica de sombras proyectadas como la transferencia de las atmósferas cromoplásticas reflejadas por los pequeños volúmenes geométricos iluminados, con los que trabajó en las siguientes etapas.
por Cristina Rossi
Bibliografía
1957. PELLEGRINI, Aldo, “Prefacio”, Boletín de la Asociación Arte Nuevo, Buenos Aires, reprod. p. 32.