Comentario sobre Ángel de la guarda
El ángel con sus alas extendidas, sentado sobre una plataforma, dirige la mirada hacia la niña que cobija bajo su brazo izquierdo mientras el derecho, extendido, señala hacia arriba. La niña, acodada sobre el regazo del ángel y con sus manos unidas en señal de oración, mira hacia donde este le indica. En el sector inferior izquierdo se ubica una calavera sobre una pila de libros. La composición se basa en dos diagonales: la primera se configura desde el ángulo superior izquierdo hacia el inferior derecho implicando el brazo elevado del ángel, la banda que le atraviesa el torso, la cabeza de la niña, la pierna izquierda del ángel y culmina en el paño blanco sobre el piso. Todos los elementos comprendidos en la línea aludida se encuentran claramente iluminados por un foco proveniente del sector superior izquierdo y contrastan con la oscuridad dominante en el resto del espacio. Una segunda línea diagonal, de menor importancia compositiva que la anterior, conformada por la pierna derecha del ángel y su ala izquierda, atraviesa la obra en sentido contrario. El fondo neutro y la oscuridad que rodea a los personajes indican un ámbito espacial indefinido. El origen del ángel guardián está ligado a la historia bíblica del arcángel Rafael como guía y protector de Tobías (Tob. 5, 4-22). La devoción específica del ángel de la guarda surgió en el siglo XVI en pleno conflicto reformista. El obispo François d’Estaing de Rodez, al sur de Francia, inició la tradición de la devoción del ángel guardián y logró que se aprobara su culto mediante una bula del papa León X en 1518 y una confirmación de Clemente VII, en 1523. La primera misa en su honor se celebró en Rodez el 3 de junio de 1526 y su devoción se propagó a lo largo del siglo XVI y XVII erigiéndose en todo el mundo católico iglesias y capillas dedicadas a este ángel. La iconografía tradicional se fue configurando en el siglo XVI resultando en la figura del ángel como un joven alado, usualmente señalando hacia el cielo, que acompaña a un niño. En cuanto a los libros y la calavera a los pies del ángel, derivan del motivo de la vanitas, que alude a la finitud de la vida terrenal así como a la victoria de la muerte sobre las actividades mundanas. Esta referencia al
memento mori en imágenes cargadas de hondo misticismo es característica de la iconografía del arte contrarreformista. La obra ingresó al Museo en 1912 atribuida a Juan Fernández de Navarrete y fue adjudicada a Bartolomeo Cavarozzi en 1989 por José Emilio Burucúa (1). Cavarozzi, originario de Viterbo, se instaló en Roma hacia la segunda década del siglo XVII y fue influenciado, como muchos otros pintores de la época, por el dramático realismo en base a intensos contrastes lumínicos de Caravaggio. En nuestra obra, un haz de luz, focalmente dirigido desde el sector superior izquierdo, irrumpe dramáticamente destacando la figura del ángel y proyectándose sobre la niña, tiñendo así de misticismo la escena. En cuanto a la relación con la tendencia realista en la pintura de la época, observamos que la configuración del rostro del ángel, sus elegantes gestos, así como la expresión teatral de la niña, describen un particular caravaggismo caracterizado por una refinada y serena idealización. La estancia de Cavarozzi en España, entre 1617 y 1619, para colaborar en las decoraciones del Monasterio del Escorial, contribuyó a difundir el naturalismo tenebrista entre la generación de jóvenes pintores como Zurbarán.
por Alejo Lo Russo
1— Nota fechada el 22 de junio de 1989, MNBA, legajo obra 2899.
Bibliografía
1913. GÁLVEZ, Manuel, “La donación Madariaga-Anchorena”, Nosotros, Buenos Aires, a. 7, nº 48, abril, p. 202-206. — CHIAPPORI, Atilio, “Donación Madariaga-Anchorena”, Pallas, Buenos Aires, nº 6, p. 130-138.