Iglesia de Santo Domingo (procesión de Nuestra Señora del Rosario, 1830)
Pellegrini, Carlos Enrique. 1830
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 3159
Obra Exhibida
Sala 22. Arte argentino Siglo XIX
La pequeña acuarela es el retrato de una de esas jóvenes porteñas a las que el propio artista, en una carta dirigida a su hermano el 27 de mayo de 1831, describía como “las náyades del Plata” cuya belleza “el pincel trata, vanamente, de reproducir”, en lugar de gastar “sus hebras en cierto gran proyecto de canal o de puente o en otra empresa semejante”. Una línea precisa desenvuelve el arabesco de las facciones delicadas de la muchacha, de su cabellera fantasiosamente lisa y enrulada, de las flores del tocado, del peinetón, de las mangas infladas y almidonadas, del extraño cordón de cuero dispuesto a modo de collar, de las manos de dedos finísimos. En el vestir, el ademán y el hábito, Lucía cultiva las maneras románticas, nos mira con un dejo de melancolía mientras interrumpe la lectura de un libro que ella apoya en su regazo, bajo una cintura de avispa más que de mujer, y cuyo título vemos con claridad: es Las aventuras de Telémaco, la obra célebre de Fénelon en versión castellana (1). El volumen in-octavo exhibe una tipografía cursiva, característica del período 1750-1830. Del formato y tipos mostrados en esta pintura, se registran por lo menos seis ediciones españolas, anteriores a la fecha del cuadro. Es probable que el ejemplar que la joven tiene en sus manos corresponda al volumen primero de la edición que hizo Fuentenebro en Madrid en 1827. Tal vez, las lecturas femeninas del Telémaco se detenían aún entonces en los detalles eglógicos de la historia, en los amores que aquel joven héroe inspiró, en clara sustitución de su padre, a la despechada Calipso y a su ninfa Eucaris. Admitamos que doña Lucía Carranza leía, entre nostálgica y suavemente atraída, los pasajes amorosos del libro de Fénelon, pero también es posible pensar que el detalle de esa cita libresca nos dice algo sobre el pintor. Semejante alusión culta corresponde quizás a una voluntad del artista, sobrepuesta a la apropiación sentimental de la retratada.
No resulta caprichoso pensar, en tal sentido, que la cita visual del Telémaco remita a las ideas económicas y políticas que Pellegrini compartía con personajes moderados del partido federal, por ejemplo, con el general Viamonte, quien fue gobernador de la provincia de Buenos Aires en dos ocasiones, entre 1829 y 1835, y promovió leyes de enfiteusis elogiadas ya por Fénelon, precisamente en el texto de su Telémaco. Pellegrini realizó además un retrato de Viamonte en el que el político aparece flanqueado por dos de sus ministros, Manuel José García y Tomás Guido (2); un lema sobre la moderación, virtud del gobernante, de cuño feneloniano, ha sido inscripto por debajo del triple retrato. Este hecho refuerza la idea de que, en la lectura que realizaba la señora de Rodríguez Orey, tan bien mostrada y evidente en nuestro cuadro, había bastante más que una mera curiosidad iconográfica.
1— François Fénelon, Aventures de Télémaque, suivies du Recueil des Fables, composées pour l’éducation de Monseigneur le Duc de Bourgogne. Paris, Firmin Didot Frères, 1866.
2— Armando Alonso Piñeiro, Historia del general Viamonte y su época, con prólogo de Carlos Sánchez Viamonte. Buenos Aires, Mundonuevo, 1959.
1946. GONZÁLEZ GARAÑO, Alejo (prólogo), Elena Sansinena de Elizalde y Carlos Ibarguren, C. H. Pellegrini. Su obra, su vida, su tiempo. Buenos Aires, Amigos del Arte, p. 269-270, il. 33.
1982. SCHIAFFINO, Eduardo, La evolución del gusto artístico en Buenos Aires, recopilado por Godofredo Canale. Buenos Aires, Francisco A. Colombo, p. 36.
1999. SCHIAFFINO, Eduardo, “Charles H. Pellegrini y la sociedad argentina de 1830” en: Recodos en el sendero. Buenos Aires, El elefante blanco, p. 85.
2006. BURUCÚA, José Emilio, Historia y ambivalencia. Ensayos sobre arte. Buenos Aires, Biblos, p. 159-166.
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