Paisaje (Tres Bocas)
Pueyrredón, Prilidiano.
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 3189
Obra No Exhibida
La Tribuna, en una nota probablemente escrita por Miguel Cané padre, comentó la pintura Un alto en el campo bajo el certero título La paz en el rancho: “porteños legítimos nacidos y criados en las Lomas de Morón, en las cercanías de Buenos Aires, antes que las diligencias, los ómnibus y los caminos de hierro hubiesen llegado a despoetizar nuestros suburbios” (1). En el mismo sentido agregó “cada personaje, niños, viejos, mujeres, todos, sin monotonía, ni esfuerzo están marcados por el doble sello de la semejanza de la familia y de la raza”. De este modo la tela de Prilidiano Pueyrredón, obra emblemática del arte argentino del siglo XIX, ya en su tiempo fue señalada como una representación identitaria: el adjetivo legítimo anuncia su antónimo, más cuando en el párrafo se mencionan las consecuencias del progreso: la inmigración, iniciada en esos años, alteraba esa semejanza de familia y raza. Desde esta lectura, la obra se inserta en un asunto presente en la producción del artista: el cambio social producido por la inmigración (por ejemplo en las pinturas de 1865, El naranjero y Esquina porteña, ambas en colecciones privadas).
El formato apaisado, de uso habitual en la pintura regional, de Un alto en el campo permitió al artista sumar relatos anecdóticos menores alrededor de dos elementos típicos que equilibran la composición, marcada por la fuerte diagonal del camino: la carreta y el ombú. Pueyrredón realizó un compendio de motivos establecidos para la representación de la campaña rural desde los años cuarenta, difundidos por los álbumes litográficos: el camino de carretas, la familia rural, el galanteo amoroso, el gaucho en traje de pueblo, la ranchería con ombú, la cebada del mate por la paisana, el encuentro de paisanos a caballo (2). Tal vez, esta excesiva colección de costumbres locales y registro de su vestimenta diversa en una misma tela se haya debido a que estaban destinadas a “adornar los salones de una familia acaudalada de Inglaterra”, según advierte la mencionada crónica de La Tribuna. Las cualidades distintivas de Pueyrredón en el dominio de la pintura naturalista se afirman en una pincelada con escasa materia pictórica, en el uso convencional del color y en la firmeza para la resolución de las figuras en conjuntos armoniosamente relacionados.
El rodeo (inv. 3189, MNBA) forma con Un alto en el campo un par narrativo del mundo rural: el trabajo y el ocio. El grupo principal de la primera tela, desplazado a la izquierda, está integrado por tres figuras y sus caballos de vario pelaje: el propietario, el capataz y el peón rural. Es la representación de un orden rural que, ausente de conflictos, permite “la paz en los ranchos” de la segunda pintura. Ambas obras sugieren un pasado reciente, por ejemplo el aparte vacuno era una práctica tradicional cuando el avance de la revolución lanar ya había modificado la producción rural de Buenos Aires; de igual manera lo era la escena “poética” de la sociabilidad campesina. Es factible pensar que Pueyrredón representó el fin de las guerras civiles de la etapa federal –resultado de aquella pax rosista descripta por Domingo F. Sarmiento–.
La pintura representa un mundo rural perdido por el avance de la modernización, en palabras de La Tribuna, “los antiguos usos y costumbres de nuestra campaña desaparecen de día en día”. Este mensaje moralizador se encuentra acorde con el género de costumbres rurales, más aún cuando se representaban sus aspectos históricos. Pueyrredón fue ideológicamente un hombre de Buenos Aires, activo políticamente durante la autonomía protoestatal apenas llegado a Buenos Aires en 1854. Más aún, en el mismo año de 1861, realizó el retrato de Bernardino Rivadavia, uno de sus escasos retratos históricos, y al año siguiente el boceto para su único intento de una pintura de historia: Solemne Juramento de la Bandera Argentina por el ejército del Gral. Belgrano (actualmente en el Complejo Museográfico Enrique Udaondo, Luján). Tanto Rivadavia como Belgrano eran héroes fundadores en el discurso liberal del Estado de Buenos Aires y, particularmente, del trabajo historiográfico de Bartolomé Mitre. Es decir que la representación del pasado es una fuerte motivación en estos primeros años de la década de 1860, que atraviesa los distintos géneros pictóricos: costumbrismo, retrato y pintura de historia.
Así, Un alto en el campo es la cabeza de una larga serie de pinturas de costumbres rurales en el arte argentino, que se adentra en el pasado siglo, cuyo fin ha sido advertir que la nación moderna posee en el mundo rural el reservorio de una imaginada identidad argentina.
1— La Tribuna, Buenos Aires, 7 de agosto de 1861.
2— La acuarela Un domingo en los alrededores de San Isidro (inv. 3165, MNBA) es una variación de Un alto en el campo con menos elementos, lo que permite una mayor presencia del paisaje, de este modo se aproxima a las pinturas de paisajes de la ribera porteña y de la pampa.
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