Comentario sobre La Clarina
La Clarina pertenece a la última etapa de la producción de Tantardini y evidencia la continuidad en la elección de la figura femenina como tema. Sin embargo, al confrontar esta obra con la
Bagnante seduta es posible advertir las modificaciones del lenguaje característico de este momento de su carrera. En
La Clarina, el cuerpo de la mujer se ha vuelto grávido, casi inerte, y su contorno se adivina bajo el peso de la vestimenta que lo oculta casi en su totalidad. Tanto la posición del cuerpo como la mirada perdida permiten encuadrar la obra dentro de la iconografía romántica de la melancolía. Con el refinado tratamiento que da Tantardini al mármol logra una sutil modulación de la luz sobre esta superficie, característica de sus esculturas. Asimismo, se destaca la relación de complementariedad que se observa en la elección de volúmenes definidos por líneas curvas (contorno corporal, bucles) y rectas (drapeado y diseño de la guarda geométrica inferior del atuendo), otra de las marcas personales del artista.
La Clarina integró la colección particular iniciada por José Prudencio de Guerrico y continuada luego por sus descendientes y herederos. Esta colección fue donada en dos etapas.
La Clarina, en cambio, ingresó en 1938 a través de la donación de María Salomé de Guerrico y Mercedes de Guerrico. Aunque, desde sus comienzos, el carácter de la colección de esculturas de la familia estuvo marcado por el gusto francés, había un grupo de escuela italiana, compuesto por cuatro obras que incluían las dos piezas tratadas.
por Área de Investigación del MNBA