Comentario sobre La belleza de la montaña
Esta obra debe ser considerada en relación con el célebre
Monumento a Giovanni Segantini (1) de Saint Moritz, ejecutado por Leonardo Bistolfi entre 1899 y 1906.
La historia de la creación y la ubicación del monumento fueron parte de un complejo proceso. Al momento de la muerte del célebre pintor divisionista, acaecida en 1899, el crítico Ugo Ojetti propuso abrir una suscripción para erigir un monumento a su memoria a ser colocado sobre su tumba en el pequeño cementerio de Majola. Paralelamente, el
marchand Alberto Grubicy organizó una exposición de pinturas de Segantini en la Promotrice delle Belle Arti de Milán, con el objeto de recaudar fondos para la construcción de dos monumentos: uno en Majola y otro en Arco, ciudad natal de Segantini (2). La elección de Bistolfi no fue casual. Los dos artistas habían estado ligados por una larga y sincera amistad, por una gran estima intelectual y una profunda afinidad artística (Bistolfi era el único artista contemporáneo que Segantini apreciaba).
La elaboración del monumento se prolongó en el tiempo. Esculpida en mármol blanco de Carrara, la estatua fue terminada a fines de 1905. No llegó a tiempo para ser presentada en la Bienal de Venecia de ese año, como Bistolfi había deseado. En cambio, fue exhibida el año siguiente en el pabellón de Alberto Grubicy en la Exposición Internacional de Bellas Artes organizada para festejar la apertura del túnel del Parque Sempione. Mientras tanto, en 1907 Alberto Grubicy formó una comisión para crear un Museo Segantini en Saint Moritz, capital de Engadina (cantón de Grigioni), donde habían transcurrido los últimos años de la vida del pintor. Aprovechando las demoras administrativas que habían acompañado su concepción, el monumento fue definitivamente trasladado a Suiza. Una versión en yeso se conserva en la Gipsoteca Bistolfi en Casalmonferrato y una segunda réplica en mármol fue donada por el artista a la Galleria Nazionale d’Arte Moderna de Roma en 1915.
El busto del MNBA no es un boceto preparatorio, sino una copia parcial en mármol de la cabeza del desnudo femenino que, en la versión definitiva, se yergue frente a una gran pared rocosa. Existen varias versiones de este busto (3), en bronce y en mármol, destinadas al mercado. Algunas fueron realizadas por ayudantes y otras de mejor factura, como este ejemplar, fueron ejecutadas por el propio Bistolfi luego de completar el monumento (1906).
Apenas con un rostro, la escultura representa los ideales espirituales y artísticos que animaron a Bistolfi a realizar un último homenaje a su amigo Segantini. Un homenaje que debía contener en sí la pureza virginal de los Alpes, el sentido de una materia incorrupta pero letárgica, despertada por el genio de un hombre que la lleva a emitir un canto cristalino, a liberar del mismo capullo rocoso una figura maravillosa como el arte, fuerte e incorruptible como la naturaleza. Esta tipología femenina ya había sido desarrollada por Bistolfi en la figura de Igea que pertenecía a un monumento fúnebre previo (probablemente al
Monumento Pacchiotti en Turín, 1895-1896). Pero en el
Monumento a Segantini la figura está todavía inmersa en la piedra, en una referencia directa a los
Prigionieri de Miguel Ángel, cuyo lenguaje se filtraba a través de la plástica moderna de Auguste Rodin y de sus investigaciones sobre la relación entre la figura y el bloque en bruto del cual esta se genera (4).
Conocido también con los títulos de
La belleza de la idea,
La belleza de la montaña,
Los Alpes y
La verdad del Arte, el monumento acabó imponiéndose con el nombre elegido por el artista:
La belleza de la montaña.Activo entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Leonardo Bistolfi (5) fue uno de los escultores italianos más famosos de su tiempo, autor de un lenguaje absolutamente personal, reconocido y apreciado también en Sudamérica (6), en el cual confluyen elementos prerrafaelistas, simbolistas y
liberty. El
Monumento a Segantini se inscribe en una larga lista de monumentos fúnebres realizados por Bistolfi y su
atelier en Italia (entre estos se cuentan el
Monumento al senador Orsini,
Monumento Braida,
Monumento Igea) y en Sudamérica (
Holocausto, Monumento a Carlos y Luis Corvetto, 1900-1904, Montevideo, Cementerio del Buceo;
Monumento a Juan Corominas, Montevideo, Cementerio Central;
Capilla para la familia Massone, ca. 1923, Buenos Aires, Cementerio de la Recoleta) (7), que le valieron el apelativo de “poeta de la muerte”. Y fue verdaderamente un poeta, no solo por la fantasía lírica y la profunda espiritualidad con la que tantas veces enfrentó ese tema, sino también, y sobre todo, por la calidad de su lenguaje plástico, dúctil y fluido, que hizo surgir del mármol imágenes de un gran refinamiento de línea y de una luminosa y casi sensual belleza.
por Barbara Musetti
1— Giovanni Segantini (1858-1899) fue el más célebre pintor simbolista italiano. Sobre su obra, cf. Annie-Paule Quinsac, Segantini: catalogo generale. Milano, Electa, 1982, vol. 1-2.
2— Por falta de fondos este monumento fue construido recién diez años después.
3— Existen esencialmente dos versiones de este busto: la primera fue cortada a la altura del pecho, con base convexa; la segunda, que corresponde al ejemplar en Buenos Aires, está cortada a la altura de la cintura y presenta una base recta. En total fueron inventariados nueve ejemplares. Para un análisis completo de estas obras cf. Sandra Berresford, “Repertorio de las obras” en: Sandra Berresford y Rossana Bossaglia (dir.), Bistolfi: 1859-1933. Il percorso di uno scultore simbolista, cat. exp. Casalmonferrato, Piemme, 1984, p. 227.
4— Respecto de la influencia de Rodin en los escultores italianos cf. Flavio Fergonzi, “Auguste Rodin e gli scultori italiani (1889- 1915). 2”, Prospettiva. Rivista di Storia dell’arte antica e moderna, Siena, nº 95-96, juliooctubre de 1999-2000, p. 26.
5— Para la reconstrucción de la obra y de la vida de Bistolfi, cf. Anne Pingeot, “Leonardo Bistolfi” en: Italies. L’art italien à l’épreuve de la modernité 1880-1910, cat. exp. Roma/Torino/Paris, Galleria Nazionale d’Arte Moderna/Allemandi/ Réunion des musées nationaux, 2001, p. 270; Rossana Bossaglia, “Leonardo Bistolfi, scultore simbolista” en: Carlo Pirovano (dir.), Scultura italiana del Novecento. Milano, Banco Ambrosiano Veneto, 1991, p. 54-65; Berresford y Bossaglia (dir.), op. cit.
6— Sobre la producción funeraria de Bistolfi en América del Sur, cf. S. Berresford, “Bistolfi e lo Studio Nicoli in Argentina e Uruguay” en: Sandra Berresford (dir.), Carrara e il mercato della scultura. Milano, Federico Motta, 2007, p. 277-279.
7— Es necesario aclarar que en el mismo cementerio hay un Monumento a la familia de Francisco Gómez, ejecutado por Alessandro Biggi de Carrara, uno de los ayudantes de quienes se valía Bistolfi en los períodos de mayor trabajo. Cf. Sandra Berresford, “Bistolfi e lo Studio Nicoli in Argentina e Uruguay”, op. cit., p. 279.
Bibliografía
2001. VAN DEURS, Adriana y Marcelo Renard, La escultura italiana del Museo Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires, Asociación Amigos del MNBA, p. 62-65 y 106, reprod. color p. 62, reprod. byn p. 63.