Comentario sobre Barrancas del Paraná
El veneciano “Aguyari” (solía escribirse con y para mantener la pronunciación italiana), formado en la academia de su ciudad natal, fue un hábil acuarelista en los demandados asuntos literarios y motivos y vistas venecianos (
Bote de pescadores venecianos, inv. 1368, MNBA), y más débil cuando intentó el género de costumbres rurales (
El juego de taba, inv. 8570). Aparentemente llegó a Buenos Aires en 1869, estimulado por Francisco J. Brabo, un comerciante español radicado en la ciudad (1). Maestro inicial de Schiaffino y Rodríguez Etchart, integró desde sus comienzos la Sociedad Estímulo de Bellas Artes (1876).
En septiembre de 1870 exhibió una serie de acuarelas, en la que destacaban junto a su obra europea paisajes de la costa del río Paraná. No puede afirmarse que
Barrancas del Paraná haya integrado este conjunto inicial, ya que visitó regularmente la estancia de Emilio Martínez de Hoz en Ramallo, donde tomaba sus apuntes del natural.
La factura impecable de tradición naturalista de sus acuarelas, atenta al detalle anecdótico, fue elogiada ya en su tiempo. En este caso la composición está resuelta desde la diagonal que forma la barranca, y el detalle es una vela de embarcación liviana que aparece tras la misma interrumpiendo la monotonía del cielo. Estas pequeñas barrancas eran un paisaje buscado por el artista (
Campo de Dioniso Aldao en San Nicolás de los Arroyos, 1871, Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco), tal vez para escapar a los horizontes pampeanos tan discutidos en sus posibilidades artísticas.
por Roberto Amigo
1— Adolfo Luis Ribera, “La pintura” en: AA.VV., Historia general del arte en la Argentina. Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas Artes, 1984, vol. 3, p. 306. Véase: Laura Malosetti Costa, Los primeros modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX. Buenos Aires, FCE, 2001, p. 94-95.