Comentario sobre El velatorio del angelito, costumbre popular chilena
Hermano del político y escritor Édouard Charton, Ernest se formó en su ciudad natal y en la Academia de Bellas Artes de París. Igual que Gauguin lo haría años después, partió de Francia en 1842 en busca de otros horizontes dejando allí mujer e hijos. Lo encontramos viviendo en Santiago de Chile y Valparaíso a partir de 1843. Un frustrado viaje a California quedó plasmado en un relato que publicó en París en 1854 (1). Desde la capital francesa y esta vez en compañía de su familia, retornó a Chile, y en 1870 decidió cruzar la cordillera y el territorio que la separa de Buenos Aires para instalarse en nuestra ciudad hasta su muerte, acontecida en 1877.
En Sudamérica, la realización de retratos y la enseñanza fueron sus principales medios de vida. Paralelamente, y conforme recorría Chile, Perú, Ecuador y Argentina, Charton iba pintando paisajes, muchos de ellos vistas panorámicas (2), como el gran lienzo
Vista de la cordillera de los Andes (115 x 197 cm, inv. 2898, MNBA), producto de su propia experiencia. Además, como otros artistas viajeros, Charton se vio atraído por los personajes pintorescos que encontraba en sus viajes, a quienes dibujó y pintó a la acuarela y al óleo, aislados como “tipos” o bien en escenas compuestas: la población de las ciudades era para él “un tema de estudio interesante”, por la “nobleza de los tipos y la variedad de las vestimentas” (3).
El velatorio del angelito es una de las más complejas y logradas composiciones de Charton, que presenta un conjunto de figuras “típicas” en diferentes posiciones y actitudes. Sin embargo, más que los personajes, lo que llamó su atención fue la reunión festiva en torno al cuerpo de un niño difunto, que aparece en el título como una “costumbre chilena”, pero que con variantes es propia de toda América Latina. El aguardiente, la música y los versos, los juegos de prendas y los bailes desenfrenados son algunos de los elementos comunes a este tipo de funeral, durante el cual los padres, padrinos y allegados celebran la subida al cielo del inocente, que intercede por ellos ante Dios. Schiaffino, que escribió sobre el cuadro en 1933, calificó su tema de “bárbara costumbre” y “bárbaro espectáculo” (4). Charton partió de un esquema compositivo dinámico, desplazando hacia la izquierda el altar con el “angelito”, que aparece iluminado apenas por las velas y rodeado de flores bajo un improvisado dosel.
Algunos de los personajes forman un semicírculo en la parte inferior, una suerte de marco alrededor de la pareja danzante que ocupa el centro del cuadro.
La cercanía de los cuerpos del hombre y la mujer y las miradas que cruzan no dejan lugar a dudas sobre el ingrediente erótico que formaba parte de los velatorios. Refuerzan este sentido otras parejas: la que ensimismada conversa en el piso y la que abandona el rancho a la derecha, mientras que el ánimo festivo de los participantes se verifica en los grupos de músicos, las mujeres que fuman y toman mate, los hombres que beben. Junto al altar, la figura de una mujer joven con un niño pequeño en brazos introduce el dolor contenido de la madre. El hombre con sombrero de ala ancha que observa desde la izquierda es ajeno a la reunión y tal vez representa la mirada del pintor.
La escena, envuelta en una atmósfera oscura, encuentra sus puntos de apoyo en los toques de cálidos y fríos que pautan la composición. Resulta notable la factura, muy suelta y en algunas partes casi abocetada, como en la pareja de la derecha, cuyas manos parecen inconclusas. Todo ello concurre en una obra que se destaca dentro de la producción de Charton por su calidad pictórica, y dentro de la iconografía del velorio del angelito por la captación del acontecimiento a partir de una mirada que guarda la distancia justa: asomada al rancho, permanece aparte pero no juzga.
por Marta Penhos
1— Ernest Charton, Vol d’un navire dans l’océan Pacifique, en 1848, raconté par Ernest Charton, l’un des passagers. Paris, Firmin Didot, 1854.
2— A propósito de esta parte de su producción Charton pudo ser llamado “pintor corógrafo”, véase: Jorge Dávila Vásquez en: Ernest Charton: un pintor corógrafo, cat. exp. Quito, Banco de Crédito, 1998.
3— Ernest Charton, “Quito (République de l’Équateur). Textes et dessins inédits” [1862], Le Tour du monde: nouveau journal des voyages, Paris, Hachette, vol. 15, 1867, p. 402. La revista era dirigida por Édouard Charton.
4— Schiaffino, 1933, p. 158.
Bibliografía
1933. SCHIAFFINO, Eduardo, La pintura y la escultura en la Argentina. Buenos Aires, edición del autor, p. 157-160, reprod. p. 159.
1944. PAGANO, José León, Historia del arte argentino: desde los aborígenes hasta el momento actual. Buenos Aires, L’Amateur, p. 135-136.
1978. PAYRÓ, Julio E., 23 pintores de la Argentina (1810-1900). Buenos Aires, Eudeba, reprod. p. 28 (detalle).
1985. RIBERA, Adolfo Luis, “La pintura” en: AA.VV., Historia general del arte en la Argentina. Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas Artes, vol. 3, p. 272.
1991. BRUGHETTI, Romualdo, Nueva historia de la pintura y la escultura en la Argentina. De los orígenes a nuestros días. Buenos Aires, Gaglianone, p. 40.
1992. PEREIRA SALAS, Eugenio, Estudios sobre la historia del arte en Chile republicano. Santiago de Chile, Universidad de Chile, p. 242.
2003. CROS, Philippe y Alberto Dodero, Aventura en las pampas. Los pintores franceses en el Río de la Plata. Buenos Aires, edición de los autores, p. 48-52, reprod. color p. 48.