Comentario sobre La Emperatriz Theodora
Benjamin-Constant, como se conoció al autor de esta obra, estudió en la École des Beaux-Arts bajo las órdenes de Alexandre Cabanel y en 1869 comenzó a enviar sus pinturas a los salones anuales. En 1870 se enroló como soldado y al final de la guerra ya no volvió a retomar sus estudios artísticos sino que se dirigió a Granada donde conoció a Mariano Fortuny. Emprendió un viaje a Marruecos en 1872 y a partir de entonces el orientalismo fue central en su producción. Se especializó en dos temáticas: la historia musulmana y la vida contemporánea en Marruecos; ambas habilitaron el despliegue de los cuerpos desnudos y las alusiones eróticas.
Dentro de este imaginario construido sobre el Oriente, la historia del emperador bizantino Justiniano y su esposa Theodora se volvió un tema repetido en sus pinturas realizadas hacia 1880. Esta presencia se corresponde con el interés que el bizantinismo suscitó en las letras y la historia francesas como parte de una “fiebre oriental” que se extendió en el último cuarto del siglo XIX por el mundo intelectual parisino (1). El pico más alto de esta moda fue el estreno, en 1884, de la obra teatral
Théodora de Victorien Sardou que contaba con la popular Sarah Bernhardt en rol protagónico. Así la vida de esta cortesana y actriz de teatro que se volvió emperatriz en el momento de mayor esplendor del Imperio Bizantino fue un motivo más que apto para proyectar la imaginación respecto al poder y la sexualidad de la mujer oriental.
En el Salón de 1886, Benjamin-Constant expuso un cuadro de Justiniano en el trono rodeado por su consejo. Al año siguiente envió dos obras: un desnudo masculino que representaba a Orfeo y el gran retrato frontal de Theodora. Sentada en su trono, la bella y seria joven mira con fijeza al espectador. Su rostro coincide con la descripción que aporta la principal fuente acerca de su vida (la
Historia secreta de Procopios de Cesarea) (2) que la señalaba como una mujer menuda y grácil con ojos vivaces y deslumbrantes.
El trono en mármol blanco, similar al atribuido a Justiniano en otras obras del artista, alude a su posición emblemática como la primera emperatriz que compartió el protocolo imperial con su marido. Los arabescos que se observan en el fondo la ubican en el Sagrado Palacio Imperial de Constantinopla, sede del poder bizantino hasta el siglo XII. El edificio ya no estaba en pie en el momento en que Constant realizó estas pinturas y suponemos que la decoración de los muros de la catedral de Santa Sofía puede haber servido como inspiración al artista.
Theodora está vestida ricamente; su atuendo está regado de piedras preciosas. En la parte frontal de la túnica se adivinan dos íconos que remiten a su papel de santa (consagrada por la Iglesia Ortodoxa) y que la vinculan también con el mosaico bizantino del siglo VI de la iglesia de San Vital en Ravena (3).
Según Robert Browning el retrato de Theodora de Benjamin-Constant fue vendido en Londres en 1909 a £378 y al año siguiente su precio descendió a £52,10 (4). En cierta medida, estos virajes comerciales acompañaban la recepción de estas obras académicas en los inicios del nuevo siglo: cuando ingresó al Museo un crítico no dudó en catalogarla como “bien pintado” pero de “un bizantinismo exterior frío” (5).
por María Isabel Baldasarre
1— Cf. Olivier Delouis, “Byzance sur la scène littéraire française (1870- 1920)” en: Marie-France Auzépy
(ed.), Byzance en Europe. Saint-Denis, Presses Universitaires de Vincennes, 2003, p. 101- 151.
2— Escrita en el siglo VI, fue traducida y circuló entre los literatos franceses de mediados del siglo XIX.
Funcionó como una de las principales fuentes de inspiración de Victorien Sardou para su obra teatral.
3— Los mosaicos de los séquitos de Theodora y Justiniano de la iglesia de San Vital (532-547) en Ravena
eran los únicos ejemplos conservados de las obras en mosaico que representaban escenas conmemorativas de
los personajes reales en el Palacio Sagrado de Constantinopla.
4— Robert Browning, Justinian and Theodora. New York, Thames and Hudson, 1987, p. 172.
5— Manuel Gálvez, “La donación Madariaga-Anchorena”, Nosotros, Buenos Aires, a. 7, nº 48, abril, p. 203-
204.
Bibliografía
1913. GÁLVEZ, Manuel, “La donación Madariaga-Anchorena”, Nosotros, Buenos Aires, a. 7, no 48, abril, p. 203-204. — CHIAPPORI, Atilio, “Donación Madariaga-Anchorena”, Pallas, Buenos Aires, nº 6, p. 130-138, reprod. byn.