Comentario sobre Portrait de Diego Martelli (Retrato de Diego Martelli)
Degas inició sus estudios en la École des Beaux-Arts, formándose paralelamente con grandes maestros como Louis Lamothe (1822-1869), que trabajaba bajo el patrocinio de Ingres. Al poco tiempo (1858) emprendió un viaje a Italia en el que se impregnó de postulados renacentistas. En esos años tuvo contacto con los
macchiaioli, grupo de artistas italianos que planteaban formas novedosas de tratamiento de la luz, el color, la forma y la materia.
Durante su estancia en Florencia (1858-1859) conoció a Diego Martelli, crítico de arte de los
macchiaioli, con quien trabó amistad a raíz de las visitas de este crítico a París. Numerosas cartas y los dos retratos (1) que realizó de él en 1879 testimonian ese vínculo. Uno de ellos, de mayores dimensiones, de cuerpo entero y factura más acabada, se conserva en la National Gallery of Scotland (
Diego Martelli 1839-1896, 1897, óleo sobre tela, 110,4 x 99,8 cm). En el que pertenece al MNBA Degas acortó el plano y concretó una obra de calidad mucho más gestual. Ninguno de los dos llegó a manos del crítico a pesar de sus recurrentes pedidos, incluso bajo la mediación de su amigo en común, Federico Zandomeneghi. Los motivos de la negativa de Degas están relacionados con las falencias de resolución plástica, referidos específicamente al escorzo de la pierna, que a ojos de Degas y de su crítico Duranty aparecían en la obra (2).
El género del retrato le permitió innovar en cuestiones plásticas y expresivas. Logró en los personajes retratados enfoques exclusivamente personales y puntos de vista casi impensados, obteniendo, en la mayoría de los casos, un curioso encuadre del sujeto, con primeros planos innovadores y ángulos especiales (3). El interés de Degas por esta temática se puede rastrear desde sus primeros autorretratos, en los que es inevitable observar la lección de Ingres. Más tarde, en los retratos de sus hermanos y de su abuelo, se ven los resultados de su viaje por Italia (1858-1859), el agudo conocimiento adquirido de los retratistas del siglo XVI y la recuperación de esa tradición, con sus cuidadosos acabados y su planteo enteramente descriptivo. Estos retratos fueron trabajados desde la perspectiva de la recuperación de los detalles, de la semblanza y de variadas tradiciones: italiana, francesa, aristocrática y burguesa. Luego sus preocupaciones se alejaron de este detallismo y semejanza para aproximarse a un borramiento de la imagen, una sutil obliteración, en un proceso que hace posible la lectura fisonómica y sensorial, entre lo público y lo privado, lo objetivo y lo subjetivo de la fisonomía.
En este instante captado por Degas, Martelli no se halla activo, pareciera una interpretación de “lo momentáneo”, la espera de la inspiración para sentarse a escribir o un instante de descanso. Mientras que en la historia del retrato la mirada y las manos fueron siempre la clave de la representación, Martelli no levanta su mirada y casi no muestra sus manos. Aquí el acento está puesto en el carácter y en la actitud. Es posible observar una representación más realista en la figura humana y una leve tendencia a la abstracción en el resto. Degas utilizó una línea de contorno casi en forma privativa, un trazo sensible, modulado y oscuro, realzando los rasgos del rostro y los de su camisa, mientras que en el revuelto de papeles sobre el escritorio se percibe un caos en la forma y en la representación, una pincelada más desordenada.
Como lo describe Armstrong (4), el mundo pictórico de Degas es uno sin centro, en el que los cuerpos y espacios están radicalmente parcializados. A diferencia de los impresionistas, su visión focaliza los motivos hasta aislarlos; no se preocupa por los efectos de la superficie, sino por los recortes; no pone el acento en el color o las sensaciones ópticas sino en los gestos, en los cuerpos y en los espacios (5). Este tratamiento va de la mano con la captación de la personalidad del retratado, del mundo en el cual se mueve, siguiendo su interés por el realismo. No le interesa lo que hay más allá de la sensación sino lo que está dentro de ella, su estructura interna. Alrededor de las figuras “están los muebles, las chimeneas, las pinturas de las paredes, el muro, que expresan su fortuna, su oficio, su clase: estará sentado ante su piano, […] o esperará detrás del decorado su momento de entrada en escena” (6). Sin juzgar, sin ironizar, sin condenar, sin polemizar acerca de la condición social del representado.
Luego de la exposición
La pintura francesa de David a nuestros días, realizada en el MNBA durante julio y agosto de 1939, la Asociación Amigos del MNBA formó una comisión
ad hoc para gestionar la adquisición de algunas de las obras allí presentes. Las negociaciones con Robert M. Levy, de la firma Jacques Seligmann & Co., llevaron a la aceptación de la oferta definitiva por el
Retrato de Diego Martelli, que ingresó al Museo en 1940. En esa misma exposición participó otra obra del artista, entonces patrimonio del MNBA,
Arlequín danzando (inv. 2707), que había sido adquirida a la viuda del político y estadista argentino Aristóbulo del Valle, quien la había comprado en París en 1890.
por Melania Núñez Santacruz – Cintia Mezza
1— Al respecto véase: Cintia Mezza; Melania Núñez Santacruz y Claudia Turolla, “Dos imágenes desafiando viejas y nuevas tendencias” en: IV Jornadas de Estudios e Investigaciones. Imágenes, palabras, sonidos. Prácticas y reflexiones. Buenos Aires, Instituto de Teoría e Historia del Arte Julio E. Payró, FFyLUBA, 2000, p. 395-408.
2— Zandomeneghi dice a Martelli en esa carta: “Te advierto que hace mucho tiempo pedí a Degas con mucha cautela tu retrato para enviártelo junto al que te hice yo. Naturalmente, Degas me lo negó en principio solo por negármelo, y luego porque recordó que Duranty no aprobaba el escorzo de las piernas. Yo espero poder mandarte el mío a fin de mes, pero quisiera antes levantarle el barniz, que se ha avejentado, y enviarte al mismo tiempo un dibujo” en: Lamberto Vitali, Lettere dei macchiaioli. Torino, Giulio Einaudi, 1953, p. 304.
3— Es común en la obra de Degas el empleo de la perspectiva diagonal tomada de los grabados japoneses y las vistas desde arriba, como también la novedad de introducir en la composición figuras que aparecen parcialmente o en primeros planos agrandados por su proximidad, tal como ocurre en la fotografía.
4— Carol Armstrong, Odd Man Out. Readings of the Work and Reputation of Edgar Degas. Chicago/London, The University of Chicago Press, 1991.
5— El propio Degas dejó asentado en su cuaderno de notas: “para un retrato, haz posar a tu modelo en la planta baja, luego ve arriba y trabaja para acostumbrarte a recordar las formas y expresiones, nunca dibujes o pintes inmediatamente”. Citado en: Henri Loyrette, Degas. Passion and intellect. London, Thames and Hudson, 1988, p. 93.
6— Louis-Émile Duranty, “La nouvelle peinture” en: Mireia Freixa (ed.), Fuentes y documentos para la Historia del Arte. Las vanguardias del siglo XIX. Barcelona, Gustavo Gili, 1982, vol. 8, p. 359.
Bibliografía
1938. DAVIDSON, Martha, “Impressionist and Later Portraits”, Art News, New York, vol. 36, nº 23, mayo, p. 10, 11 y 24, reprod. p. 11.
1940. Retrato de Diego Martelli por Degas. Buenos Aires, Asociación Amigos del MNBA, reprod. p. 1.
1946-1949. LEMOISNE, Paul-André, Degas et son oeuvre. Paris, Paul Brame & C. M. de Hauke/Arts et Métiers Graphiques, nota 520.
1963. VITALI, Lamberto, “Three Italian Friends of Degas”, The Burlington Magazine, London, vol. 105, nº 723, junio, p. 266-273.
1988. CALINGAERT, Efrem Gisella, “More ‘pictures within-pictures’: Degas’ portraits of Diego Martelli”, Arts Magazine, New York, vol. 62, p. 40-44.
1995. BERTONE, Virginia, Degas. Madrid, Electa, reprod. color p. 40.