Arlequín
Pettoruti, Emilio. 1928
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 8502
Obra No Exhibida
El paisaje urbano es un motivo recurrente en la obra de Mario Sironi, particularmente en la de los primeros años veinte. En palabras de Rossana Bossaglia es un “bajo continuo en el fondo de toda su actividad”. La ciudad se presenta silenciosa, con una inquietante serenidad, estructurada a partir de la suma de bloques que, como en una maqueta, se van adosando unos a otros. La síntesis se impone sobre cualquier pretensión descriptiva. La reiteración de ciertas formas (por ejemplo la regularidad de las ventanas que se abren como huecos oscuros repitiéndose de manera sistemática) contribuye en la construcción de estos escenarios urbanos que quedan sumidos en un clima irreal como suspendido en el tiempo. La presencia humana es poco frecuente y cuando la hay, se lee como un volumen más junto a otros, integrándose al paisaje entre sombras y postes, chimeneas, trazados de tranvías, calles. Un punto de vista alto y la presunción de un espacio perspéctico, que a poco de observar exhibe sus distorsiones y la multiplicidad de puntos de vista, ordenan estos paisajes pétreos que buscan situarse en ninguna parte al estar planteados sintéticamente, borrando toda marca de semejanza con algún espacio conocido, reforzando en este gesto solo una identidad: la del estilo que señala al artista. Margherita Sarfatti en su Storia della pittura moderna, publicada en 1930, señala el carácter peculiar de estas obras que comienza a realizar a partir de 1919: “siempre nítida y precisa en el signo, la aristocrática pintura de Mario Sironi representa vastas imágenes ensombrecidas, figuraciones adustas y solemnes, endulzadas por juegos de penumbras y fondos de esmaltes traslúcidos. […] Es el pintor de los paisajes urbanos mecánicos e implacables como la geometría de las vidas encerradas en los cubos de las casas, entre la rectitud de las calles”. La obra del MNBA guarda similitud con el Paesaggio urbano de 1922 (colección privada, Milán) en donde coinciden todos los elementos y la composición, a excepción de la luz y la paleta, más diáfana en la obra de Milán, y de la figura humana: un carabinero en esta, un civil en la de Buenos Aires. Por otra parte, esta Periferia resuena en la que pintara con el mismo título en 1921 (98 x 72 cm, colección privada, Milán), aunque esta última presenta en su diversidad y por la superposición de elementos arquitectónicos, maquinarias, rieles, un carácter más dinámico. Dadas estas referencias es posible afirmar que la obra del MNBA correspondería a 1921-1922. Sironi había integrado las filas del futurismo y sobre los últimos años de la década del diez comenzó a transitar de esta visión dinámica hacia una figuración severa, contundente, monumental, retomando los presupuestos de la pintura metafísica, la vuelta al oficio y los “valores plásticos”. Volúmenes netos, superficies austeras, paletas sordas dan el tono de las obras de estos años para dar paso, sobre finales de la década del veinte, a trabajos más austeros aún, en donde la ausencia de vida es absoluta, la paleta aún más reducida y el planteo por planos incluso más radical. Es en estos primeros años cuando delinea la estética que luego, con la consolidación en 1926 del grupo del Novecento italiano, se convertirá en una de las maneras faro de la figuración del período de entreguerras provocando un fuerte impacto no solo en foros de alta visibilidad como las Bienales de Venecia, que se fueron sucediendo a partir de 1922, sino también en otros escenarios internacionales como la Exposición Internacional de Pittsburgh de 1931, en donde obtuvo el primer premio.
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