
Virgen María con Niño
Anónimo. Mediados del siglo XII
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 2126
Obra Exhibida
"Museo secreto. De la reserva a la sala" - Pabellón de exposiciones temporarias
En el centro de esta tabla se destaca la cruz con Cristo clavado a ella. Este, con los ojos bajos, mira a María Magdalena que se ha arrodillado a los pies del madero. A su lado, de pie, la Virgen y San Juan miran al crucificado. Detrás de San Juan, la otra María enjuga sus lágrimas. A ambos lados aparecen las cruces de los ladrones. A la derecha, un grupo de hombres y una mujer discuten por el manto de Cristo, mientras son observados por un soldado tocado con un vistoso sombrero con plumas. Las cruces y los personajes de ambos grupos se distinguen contra el cielo nublado en el que una pequeña abertura deja ver el sol con reflejos.
Esta pintura figuró en los archivos del Museo como obra de Cornelis van Poelenburgh (1568-1667) hasta 1994 (1). Esta atribución no podía ser sostenida dado que en ella no aparecen ninguna de las características de este maestro, ya sea en su modo de pintar o en su temática. Se trata de una obra devocional realizada a comienzos del siglo XVII por un pintor del círculo de Frans Francken II, el Joven (1581-1642). Ursula Härting en su estudio de la obra de este artista (2), incluye algunas composiciones que podrían haber servido de modelo a nuestro pintor, caracterizadas por una composición sencilla donde aparecen las tres cruces, con San Juan, la Virgen y Magdalena a los pies de la cruz de Cristo, y algún grupo de personajes secundarios al costado.
Partiendo de esas obras nuestro desconocido pintor ha creado dos focos de atención, uno en el centro, con Cristo en la cruz y personajes a sus pies, y otro a la derecha, donde los verdugos y otras figuras discuten mientras tiran suertes por las ropas de los crucificados. A la izquierda, la composición se equilibra mediante un montículo pequeño con algunas matas que se recortan para llevar a un plano posterior la escena principal. La inmediatez de este plano y la solución de este grupo contrasta notablemente con los del plano posterior donde se ven, diminutas y de espaldas, otras figuras que se alejan de la escena. La composición se cierra con la vista lejana de una ciudad cuya arquitectura es sugerida por pocos trazos y el cielo oscuro contra el cual se recortan las cruces y los personajes principales. El cielo está animado por el sol que aparece débilmente entre las nubes, sobre las que se reflejan algunos destellos, creando un detalle que acentúa el dramatismo que transmiten los gestos y las poses de los personajes principales.
Si bien existe interés en la definición de gestos y actitudes, la pintura presenta una pincelada dura que se aleja de la usada por Francken, de quien extrañamos también el detalle cuidado y riguroso que se ven en sus obras. Sin embargo, es interesante el tratamiento de color en la obra, con los amarillos para el vestido de la Magdalena, el azul del de la Virgen y el rojo del manto de San Juan contrastados contra el fondo gris plomo y los tierras del suelo, así como el juego dinámico que se establece a través de las líneas virtuales provocadas por las miradas entre los personajes – como por ejemplo Cristo-Magdalena, la Virgen y San Juan-Cristo, ladrón de la izquierda-Cristo…-, creando una solución rica que trasciende las dimensiones de la obra.
(1) Véase AMN, 1994, pág. 42. Según los papeles del archivo Schiaffino (MNBA), la atribución a Poelenburgh fue realizada por el doctor Bredius en 1904/5, seguramente mediante una fotografía.
(2) U. Härting, Frans Francken der Jungere (1581-1642), Düsseldorf, 1989, pp. 291 y ss., n° 217, 218 y 219.
1994. AMN, pp. 42-43, reproducido.
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