Comentario sobre El naufragio
Ludolf Backhuizen, de origen alemán, desarrolló su carrera en Holanda y fue un pintor especializado en temas marinos, categoría de la pintura de paisaje, género que nació en el norte de Europa en el siglo XVI y que alcanzó gran desarrollo durante el XVII. Ya en 1604, Karel van Mander en su
Schilderboek menciona “especialistas” en este tipo paisaje que tuvo gran aceptación durante el siglo de oro holandés, cuando surgieron diferentes tipos, escenas que pueden tener lugar frente a una costa con pueblos o ciudades, en un puerto o a mar abierto y en climas que van desde la calma hasta la tempestad. En este último caso deben diferenciarse las que muestran un navío que enfrenta la tormenta de aquellas donde este ha sucumbido, esto es, un naufragio, tema que constituye una categoría independiente (1). Se desarrollaron especialmente durante la segunda mitad del siglo XVII y expresan el interés por examinar el poder de la naturaleza (2), los efectos de luces y sombras, colores y tonos que se hacen patentes en las nubes y el agua en movimiento. El drama puede afectar a uno o más barcos y ocurrir a mar abierto, sin tierra a la vista o frente a costa rocosa, factor que acrecienta el dramatismo. El artista elige habitualmente un momento culminante del hecho con el que intenta comprometer las emociones del observador, quien se convierte en parte de la acción representada la que, a su vez, será desencadenante de reflexiones que enfocan cuestiones que pueden comprender lo político, lo religioso o lo personal. En nuestra obra nos enfrentamos con una nave sufriendo el embate de la tempestad y la furia del mar, ante lo cual su tripulación intenta alcanzar la costa próxima en busca de salvación. Pero esta salvación es relativa, pues allí se ven peligrosas rocas contra las que se estrellan las olas del mar furioso y atronador. Algunos sectores de playa se mezclan con los peñascos amenazantes, y se prolongan en terreno seguro donde más allá de la arena, en el sector derecho, surge una ciudad. Al poder implacable de la naturaleza se opone la realización civilizada del hombre representada por la arquitectura. La lectura de la escena integrando los diferentes detalles es indispensable para elaborar el discurso con que el artista nos enfrenta. La imagen del barco naufragando puede ser entendida como una representación de las debilidades del hombre que puede sucumbir por la pérdida de control de sus pasiones o también como una alegoría de la Fortuna cambiante (3). También puede plantearse un discurso vinculado con la salvación entendida desde el punto de vista religioso, a la que algunos –como se ve en la pintura– han llegado. Asimismo, no puede descartarse la posibilidad de interpretar la obra como un memento mori, es decir una que nos lleva a meditar sobre la fugacidad de la vida. En relación con la producción de Backhuizen, nuestra pintura puede ser vinculada con
El naufragio de San Pablo, de la Fundación Henri Nannen (4), que Hofstede de Groot consideró “uno de los mejores que Backhuizen pintó”, donde también vemos la costa salvadora. También con
Naufragio en las rocas (5), del Hermitage, San Petersburgo, en la que hallamos una composición similar con el naufragio a la izquierda y la ciudad a la derecha, precedidos por un primer plano oscuro formado por la costa con rocas que algunos hombres ya han alcanzado, si bien su solución es más sencilla en cuanto a los personajes y la arquitectura.
por Ángel M. Navarro
1— Véase: Lawrence Otto Goedde, Tempest and Shipwreck in Dutch and Flemish Art. Convention, Rhetoric and Interpretation. University Park, Pennsylvania State University Press, 1989, p. 99 y ss.
2— Ibidem, p. 114 y ss. Para Backhuizen y su interés por la naturaleza véase: Arnold Houbraken, De groote schouburgh der Nederlantsche konstschilders en schilderessen. Amsterdam, 1718-21, The Hague, 1753, t. 2, p. 238.
3— Este tema es frecuente en el mundo holandés, especialmente en libros de emblemas como por ejemplo, Joannes a Castro, Zedighe sinne-belden ghetrocken uyt den on-gescreven boeck van den aerdt der schepselen. Amberes, 1694, nº XXI pero también aparece en obras aludiendo a la variabilidad de la Fortuna –muchas veces como pintura dentro de la pintura– como el cuadro con mar agitado y cambiante en So gewonnen, so verteert, de Jan Steen.
4— Tela fechada hacia 1690-1700, HdG 13. Véase: B. Broos, R. Vorstman y E. van de Wetering, Ludolf Bakhuizen, 1631-1708. Schryfmeester, teyckenaer, schilder, cat. exp. Amsterdam/Emden, 1985, p. 43.
5— Óleo sobre tela, 52,5 x 68 cm, inv. nº 1038. Conocemos otra similar a esta, que no solo presenta la misma composición, sino además idéntica arquitectura, diferenciándose en el tratamiento del cielo y en la posición del barco naufragando. Se trata de El Naufragio de “De Zon” de Jan Abrahamsz. Beerstraten, que en 1927 estaba en la Galería Douwes. Reproducida , 1963, nº 87.
Bibliografía
1923. HOFSTEDE DE GROOT, Cornelis, Beschreibendes und kritisches Verzeichnis der Werken der hervorragendsten holländischen Maler des XVII. Jahrhunderts. Stuttgart/Paris, vol. 7, n. 425a, p. 306.
2001. NAVARRO, .ngel M., Maestros flamencos y holandeses (siglos XVI al XVIII) en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. Buenos Aires, Asociación Amigos del MNBA, p. 103-105, reprod. color p. 103. — NAVARRO, .Angel M., Flemish and Dutch Masters (from the XVIth to the XVIIIth century) at the National Museum of Fine Arts. Buenos Aires, Asociación Amigos del MNBA, p. 103-105, reprod. color p. 103.